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The Heart Of The Icarus, Capítulo 10. El Legado Guardián. (En elaboración).

30 Apr 2024Mitxel

Anderton, Anlave. 

La luz de Anlave entraba por la ventana e iluminaba los pupitres de los alumnos. Mitxelle observaba a un Fahum agitando sus coloridas alas, sobre una de las ramas del árbol que se encontraba a escasos metros de ella.

-¿Mitxelle?.

Ella sintió una ligera presión en el brazo.

-¿De qué estamos hablando?. -Dijo la profesora.
-Se equivoca.
-¿Quién?.
-Ram Tha. Hace dos millones de años se formó el bucle de Barnard's.

Las risas empezaron a inundar el aula. Justo en el momento en que sonó la campana.

-Bien, no olvidéis traerme mañana el trabajo sobre los guardianes.

La profesora observó a Mitxelle extrañada.

-Espera... -Dijo la Profesora.
-¿Qué?.
-Esto no puede seguir así.
-No la entiendo señorita.

La profesora se pasó la mano por la frente y se sentó sobre uno de los pupitres, mirándola seriamente.

-La historia está contrastada. No puedes venir aquí y soltar la burrada que acabas de decir...
-Pero... ¿Quién la ha contrastado?, sólo está su testimonio.
-Mitxelle... ya vale. Nos ceñimos a la realidad, a los datos obtenidos.
-Pero...
-¡Ya vale Mitxelle!.
-Mi padre lo sabe, es cierto...
-Mitxelle... te lo digo en serio, si sigues así suspenderás este curso.
-Pero, ¡No es justo!.
-Estas advertida, puedes irte. Dile a tu madre que tengo que hablar con ella, que me llame.
-Esta bien...
-Mitxelle, en serio, como no me llame, la tendremos.
-Si.. vale... pesada.
-¡Mitxelle!.
-Es broma. -Dijo con una sonrisa.
-Venga... largo de aquí.

A la noche siguiente la profesora se encontraba corrigiendo los ejercicios de sus alumnos, hasta que llegó al de Mitxelle. Su cara cambió por completo. Miró hacia un costado preocupada.

A día siguiente, la profesora fue entregando los trabajos con sus calificaciones a cada alumno, apenas se detuvo en Mitxelle y prosiguió. Mitxelle observó su calificación y rompió los papeles en unos cuantos pedazos, luego se levantó y los tiró en el cubo de reciclaje. La profesora la había observado de reojo.

Cuando terminó de repartir los trabajos, la campana volvió a sonar.

-Bien, mañana entraremos con más materia. No olvideis hacer en casa del dos al cinco, nos vemos.

Mitxelle recogió sus enseres y los guardó en su mochila, cuando se dispuso a salir, la profesora llamó su atención. 

-¡Mitxelle!. ¿Tienes un momento?.
-Supongo...
-Ven, ¿Por qué has hecho eso?, era un muy buen trabajo, la mejor nota de toda la clase, de sobresaliente. No tenías haberlo roto.
-Solo me ceñia a la realidad... a los datos contrastados, como usted dijo y están donde deben estar.
-¡Mitxelle!.
-¿Puedo irme ya?.
-Si, claro...

La profesora se quedó atónita, sin saber cómo reaccionar. 

-¿Nos vamos?.

Su pareja había entrado por la puerta, era otro profesor de la misma escuela, y la había sobresaltado.

-Hola Frédéric. 
-Cariño, ¿Estás bien?...
-Si... termino de recoger y nos vamos.
-Ok, te esperaré fuera.
-Si...

La profesora se reunió con su pareja en la salida del colegio y subieron a su coche, el cual se elevó ligeramente del suelo y se pusieron en marcha.

Durante el recorrido permanecieron en silencio, hasta que ella, que iba conduciendo el vehículo, vio una silueta de una joven con una mochila, andando por el arcén de la calzada.

-Mierda...

El vehículo bajó la velocidad cuando se acercó a la joven y bajo la ventanilla. 

-Mitxelle... sube, ya te llevo yo a casa.

Mitxelle se acercó a la puerta de atrás, dejó la mochila y se sentó en el asiento trasero. 

-¿Hoy tampoco ha venido?.
-Trabaja mucho.

Mitxelle se quedó absorta mirando por la ventanilla, mientras la profesora no dejaba de mirarla por el retrovisor interior del vehículo. 

Al llegar a casa detuvo el vehículo junto al porche y se adentraron ella, los dos adultos y Mitxelle. 

-¡Señora Delarux!.
-¿Melani?.

No hubo respuesta, solo un plato frío de comida en la encimera de la isla de la cocina.

-Ya te lo caliento yo. -Dijo mientras miraba a Frédéric. 

Frédéric se quedó a un lado de la cocina, mientras Mitxelle se sentaba en la encimera para comer. En ese rato, otro vehículo más viejo llegó hasta el porche. En el retrovisor podían verse los grandes ojos verdes de Melanie, quien observó el otro vehículo estacionado junto a su casa.

-Mierda... ¡joder!. Joder, joder...

Se bajó del vehículo y cerró la puerta. Vestía unos vaqueros, con una camisa a cuadros y botas de campo. Su pelo era de color castaño claro, atado con una coleta casi deshecha.

-¿Mitxelle?. -Gritó según entró por la puerta. 

Luego se dirigió a la cocina.

-¿Qué hacen aquí?.
-La hemos traído a casa, iba sola, andando por la carretera. 
-¡Me has dado un susto de muerte cuando llegué y no estabas, te he dicho mil veces que esperes a que yo llegue!.
-Tenemos que hablar. 
-Si... eh, lo siento, gracias por... traerla. ¿Quieren tomar alguna cosa?. Tiene que haber algo por aquí. 

Melanie se puso a rebuscar dentro de la despensa, cuando La profesora la Interrumpió. 

-No es necesario, ¿Podemos hablar, a solas?.
-Si... claro.

Las dos mujeres salieron al salón mientras Frédéric se quedaba junto a la niña en la cocina. Frédéric se quitó el sombrero que llevaba puesto y lo dejó sobre la encimera.

-¿Está caliente?.
-Si.
-Tienen buena pinta. 
-¿Quieres un poco?, mamá cocina muy bien.
-No, gracias... seguro que si.

Mientras tanto, en el salón. 

-Esto no puede continuar así Melanie, y lo sabes.

Melanie se acercó a la ventana, entre lágrimas. 

-Tengo tres máquinas paradas en el campo... los jornaleros se han ido porque les debo varios meses de salario... y sin esas máquinas, no... no puedo... 
-Lo siento Melanie, pero...
-¡Hago todo lo que puedo!... sólo trato de... dios mío.

Melanie rompió a llorar, mientras la profesora la observaba con dolor.

-Ha sacado un sobresaliente en el trabajo de hoy, y como de costumbre, es una niña muy inteligente, pero... esto... no la ayuda nada. Se pasa todo el tiempo distraída en clase, no se relaciona con los demás compañeros y ya le está empezando a pasar factura. Si esto sigue así... tendré que avisar a servicios sociales. 
-Pero... ella está bien, todo lo que hago es por ella... por favor... no puedo perderla a ella también. Sólo... necesito tiempo.

La profesora miró hacia la cocina y vio a la niña comer. 

-¡Frédéric, nos vamos!. 
-Lo siento, pero no pasaré otra falta más. 

La profesora ya había salido al porche, cuando Frédéric pasó por el lado de Melanie.

-¿Sabe tu mujer a lo que te dedicas los viernes por la noche... Frédéric?. -Dijo Melanie entre lágrimas.
-Que pases un buen día. -Dijo Frédéric con seriedad, mientras se colocaba el sombrero.

Melanie salió al porche y les vio marchar en el vehículo. Al rato, Mitxelle se asomó por la puerta y se abrazó a la cintura de su madre.

-¿Hice algo malo mamá?.
-No cariño, tu no.

La profesora miró de reojo por el retrovisor, mientras se alejaba de la casa.

-¿Estás bien?. -Preguntó Frédéric. 
-No, no estoy bien, me preocupa. 
-No es asunto nuestro, Leila. 
-Soy su tutora, no puedes decirme que no me preocupe por mis alumnos.
-Lo están pasando mal... como todos, últimamente. 
-¿La estás defendiendo?.
-No, sólo digo que... lo dejes estar.
-Joder, Frédéric... esa niña es muy especial.
-Lo sé, y si sigue así, este año sacará otra matrícula, si llamas a los servicios sociales, la adjudicarán otra familia. Eso la derrumbaría y sus resultados académicos se verían afectados también. 
-¿Y qué se supone que tengo que hacer, eh?, ¿mirar a otro lado, Frédéric?.
-Somos profesores, profesionales, les preparamos para que tengan un futuro mejor que... este sitio. Sólo eso. No puedes inmiscuirte en sus vidas. Es lo que hago yo.
-Es una niña Frédéric, sólo tiene 10 años, necesita a un padre... una madre que se dedique a ella, no que la abandonen a cualquier hora... 

-Tú déjalo estar, ¿Quieres?.

Leila volvió a observar por el retrovisor, la casa dejó de verse por la polvareda que se estaba levantando. 

-Mierda...

Por la noche, Mitxelle se quedó dormida en el sofá junto a la televisión.

Melanie llegó más tarde de lo habitual. Entró sin hacer ruido y llegó hasta la cocina, abrió uno de los cajones y dejó unos cuantos billetes dentro de él. 

Cuando miró hacia la encimera, vio un par de bolsas de patatas fritas abiertas. 

-Oh, mierda... 

Luego miró hacia al salón y la vio en el sofá tapada con una manta. La cogió en brazos y la acostó en su cama, se quedó un rato observándola, mientras la acariciaba el pelo. Sus ojos expresaban el gran pesar que sufría en su interior. 

Más tarde se quitó la ropa y se metió en el baño, allí se derrumbó en lágrimas. Mitxelle la escucho llorar, ella también se sentía triste. Al rato, Melanie se acercó a la cama de Mitxelle y se acostó con ella. La abrazó como si no fuera haber un mañana y con los ojos enrojecidos aún, se acabó quedando dormida. 

-¿Mamá?. ¿Mamá?.

Bika se despertó con los dedos de Mitxelle tocándola la cara.

-Que no soy tu madre. Jajajaja. 
-¿Qué?.
-Me estabas llamando mamá. 
-Bika... ¿Qué?.
-Estabas soñando. 

Mitxelle se giró hacia el techo y apoyó su brazo sobre la frente.

-¿La echas de menos?.
-Es tan... real.
-Quizás sea normal, ya sabes.
-Casi todas las noches se metía en mi cama a dormir.

Se volvió a girar hacia Bika y la miró a los ojos.

-Lloraba.
-Lo siento. 
-Creí haber dejado todo aquello atrás. Lo recordaba distinto.
-Abrázame. -Dijo Bika.

Mitxelle se abrazó a su cuerpo, y sintió su calor.

-Gracias, Bika.
-¿Quieres hablar de ello?.

-Trabajaba mucho, con los extra que se sacaba, logró reparar una de las maquinas que se habían estropeado, con ella, aró todas la tierras y las dejó descansar. Ya no crecía nada... tampoco pudo venderlas ni arrendarlas, los seguros se habian disparado por las frecuentes sequias. Me daba rabia, ella sabía del campo, lo conocía mejor que nadie, creció en ellos. Desde su mecedora en el porche, observaba el cielo todos lo días, viendo impotente los campos sin vida.
-Era una luchadora.
-Si. Nunca me llegó a faltar de nada, pero... a que precio. Muchas veces me sentía culpable e intentaba que no se notara desde fuera. Sabía que si pasaba algo, nos separarian.
-Hiciste lo correcto.
-Solo hice lo que pude... luego empezó a llegar más tarde, se puso enferma... eso pensé yo, no me dejó llamar al médico. Un día vi aquellas marcas en su brazo, ella se las tapó corriendo para que no las viera, pensé que se estaba medicando, pero, la realidad era bien distinta. 
-Lo siento, no me imagino lo duro que tuvo que ser vivir aquello.

Mitxelle se volvió a girar hacia el techo.

-Fueron tiempos duros, si, y a ella le tocó lo peor, sola, con una hija, sin un trabajo estable... Lo que vi en aquel lugar... no me extraña que se chutara. Joder... ni pensar que todo fue por mi. Muchas mujeres iban allí, era dinero fácil y bien pagado.

Mitxelle levantó el brazo y simuló una pistola con los dedos de la mano.

-¡Pug!, ...un tiro entre los ojos de aquel cabrón. 
-No se que decir.
-Nada, porque nada fue lo que sentí cuando su cuerpo cayó sin vida al suelo, con los sesos esparramados por el mueble bar. Nada sentí cuando la enterré, nada sentí después de todo aquello...
-No fue tu culpa, Mitxelle. Sobrevistes a todo eso, que era lo que tu madre hubiera querido, por lo que luchó en aquellas circunstancias.

Bika le comenzó a acariciar el pelo dorado con sus dedos.

-No entiendo como os pudo dejar así, en aquellas circunstancias. No de Alejandro... era un buen hombre, tuvo que pasar algo muy gordo, para que actuase de aquella manera. 

Mitxelle le dirigió la mirada y sus ojos centellearon brevemente.

-Fui yo, Bika... su legado.

-No entiendo... ¿el de Alejandro?.

Mitxelle se levantó de la cama y se dirigió al ventanal en ropa interior. En el reflejo, la figura de un ser de piel rojiza con púas en los brazos y una armadura guardián resplandeciente, se hizo presente. Mitxelle se tocó el dorsal de su brazo, que se volvió de un tono sonrosado, como si se hubiera quemado la piel, y luego se volvió hacia Bika. 

-No... el de ellos. 
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