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Ven con nosotros

Veo la galaxia a lo lejos. Estoy solo, en un lugar muy por encima del plano galáctico. Mi nave está apagada, los mandos no funcionan, tampoco las pantallas, ni la gestión de energía. La nave está como muerta y lo único que puedo hacer es mirar delante de mí la galaxia.

Alguien me llama:
-Ven,  ven con nosotros, te estamos esperando.-
-¿Quién es? ¿Quién habla?-
-Ven, ven con nosotros. Llevas demasiado tiempo buscándonos. Estamos aquí y te estamos esperando.-
-¿Pero quién eres? ¿Por qué me llamas? ¿Dónde estás?-
-¿No nos ves? Estamos justo delante de ti. Llevamos esperándote mucho tiempo.-
-¿Quienes sois?-
-Somos lo que deseas encontrar.-
-No lo entiendo, debo estar soñando.-
Miro a mi alrededor y veo la cabina de la nave. No hay un ápice de luz, todo está oscuro. También a través de las ventanas laterales no se ve nada mas que la oscuridad del espacio profundo. Delante de mi se extiende como un manto de diamantes brillantes toda la galaxia.
-Por eso mismo debes despertar y venir con nosotros. Despierta y ven. ¡¡¡DESPIERTA!!!-
Despierto y descubro que sólo era un sueño. Ya tuve varias veces este mismo sueño en los últimos días. Sé que debería ir al médico para una evaluación psicológica. Pero seguramente dirán que sufro estrés laboral. Lo cierto es que cuanto más tiempo estoy ahí fuera, mejor me siento, o al menos eso es lo que yo creo. Minar diamantes de baja temperatura no es estresante, más bien es aburrido. Pero sí que es cierto qué paso muchas horas en las cabinas de mis naves.

Me levanto y voy a desayunar a la taberna de pilotos. La comida es basura, pero el café es bueno. Además, me entero de los últimos rumores. Aquí hay pilotos de toda clase y son fáciles de distinguir. Los mineros siempre están sucios y maldicen continuamente a los piratas. No paran de hablar de las toneladas que sacaron de los asteroides y que vendieron a precios extravagantes. Los exploradores con sus mapas de navegación, hablan de cuánto saltan sus naves, de cuántos datos de exploración vendieron, de las masas solares que tiene tal estrella en tal sistema y de lo arriesgado qué es aterrizar en planetas de alta gravedad. Por supuesto no faltan los que se dedican al negocio de la muerte por dinero. Me refiero a los mercenarios, los caza recompensas y a los piratas. Estos no suelen hablar mucho, pero siempre están atentos a todo lo qué se dice. Y siempre hay viejos lobos del espacio contando sus historias tenebrosas para asustar a los novatos. Que si el misterio de Raxxla, que si las enanas blancas,  los agujeros negros, asentamientos abandonados, Thargoides y Guardianes, etc. Los novatos escuchan atentamente y ninguno de ellos permanece indiferente con esas historias. Algunos se ríen en un alarde de falsa valentía, otros callan y se ruborizan temiendo por sus vidas.
A mí los que me interesan son los pilotos veteranos. Ellos conocen el estado de los sistemas y los precios en la burbuja. Casi siempre comparten conmigo cuáles sistemas están en auge, dónde pagan bien por el transporte de mercancías o donde hay mas demanda de minerales. Y también saben cuales sistemas son peligrosos y se deberían evitar por una temporada. Incluso a veces me ofertan misiones compartidas.
-¿Porque no vienes con nosotros? Nos serías de gran ayuda.-
-Eso, ven con nosotros. Hay créditos en abundancia para todos.-

“Ven con nosotros”. Esas palabras retumban en mi cabeza una y otra vez.
-Muchas gracias por la oferta, pero tengo asuntos pendientes. Otro día será, volad seguros comandantes.-

No conviene comentar mucho lo que vas a hacer. No sería la primera vez, que algún comandante cae en una emboscada, víctima de su propia y larga lengua.
Decido ir al hangar a inspeccionar las naves. Las reviso una a una, los mantenimientos, estado de combustible, equipamientos, armas, municiones y también la pintura.

Las últimas naves que reviso siempre son la Cutter Imperial, que utilizo para minería, la Corbeta Federal de combate y la Stellaris, la Anaconda de exploración, mi nave insignia.
Cada vez que subo a su cabina, evito sentarme en el asiento del comandante. No porque no quiera salir al espacio con ella, al contrario, es porque quiero salir con ella explorar. Pero no ahora, tengo obligaciones con el Imperio y demasiados asuntos pendientes.

Me dispongo a salir y apago las luces de la cabina. En ese momento escucho:
-Ven, ven con nosotros, te estamos esperando.-
Un latigazo recorre mi espalda mientras me doy la vuelta y veo que la galaxia está delante de la cabina de la nave. No doy crédito a lo que veo y decido acercarme, pero me quedo petrificado cuando escucho otra voz que me resulta muy familiar: -¿Quién es? ¿Quién habla?-
Incapaz de creer lo que oigo, me acerco al asiento del comandante mientras continúo escuchando la conversación que ya conozco:
-Ven, ven con nosotros. Llevas demasiado tiempo buscándonos. Estamos aquí y te estamos esperando.-
Cuando estoy a la altura del asiento me giro hacia él.-¿Pero quién eres? ¿Por qué me llamas? ¿Dónde estás?-
Descubro que soy el que está sentado, mirando hacia la galaxia.
-¿No nos ves? Estamos justo delante de ti. Llevamos esperándote mucho tiempo.-
Y así es, ahora los veo.
-¿Quienes sois?-
Sin pensarlo mucho soy consciente de quienes son, el y yo somos el mismo.
-Somos lo que deseas encontrar.-
Encontrarnos a nosotros, el uno en el otro.
-No lo entiendo, debo estar soñando.-
No es un sueño, tampoco una pesadilla. Es la verdad, somos lo que somos.
-Por eso mismo debes despertar y venir con nosotros. Despierta y ven. ¡¡¡DESPIERTA!!!-
-Si,- digo en voz alta, -ahora que lo he descubierto, es hora de despertar.-
-Pues ya sabes lo que tienes que hacer, -dice el yo que esta sentado.

Salí de la nave y me fui directamente a ver al jefe del hangar.
-¿Que tal comandante? ¿Que nave le preparamos hoy para salir?
- Hoy ninguna, hoy descansaré. Pero mañana salgo con la Stellaris a explorar.-

Y salí de allí con una sonrisa en la boca, consciente de que aún queda mucho por descubrir en la galaxia.
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