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Historias de la guerra Thargoide "El primer rescate"

El espacio se extendía frío y silencioso a través del parabrisas de la nave de rescate Arcángel, mientras Alia Jacobson mantenía firme el control en sus manos. Apenas tenía 20 años y, aunque aún no era un piloto experimentado, había aprendido mucho observando a su padre Tyson Jacobson, un renombrado comandante, que había realizado miles de rescates.
Esa noche era distinta, ya que había decidido que estaba lista para una misión propia, aunque su padre no opinara lo mismo. Estaba de camino desde el sistema Telin, donde había despegado de la meganave de rescate Hutner, que era donde vivía con su padre.

Parsons Penal Colony era una estación-prisión ubicada en un rincón remoto del sistema HIP 20899. El sistema estaba bajo asedio thargoide, y el ataque a la estación provocó una falla en los reactores de energía, quedando al borde del colapso, por lo que se vieron obligados a solicitar que los extrajeran de allí cuanto antes. Alia sabía que había vidas en peligro, y sin despertar a su padre, quien estaba profundamente dormido después de una agotadora jornada de vuelos de rescate, decidió tomar la iniciativa y dirigirse a la estación por su cuenta.

Mientras se acercaba a la estación, se notó exaltada y un poco atemorizada al mismo tiempo. No quería fallar su primer rescate, ya que necesitaba demostrarle a su padre que era capaz de hacerlo igual que lo haría él.
El aterrizaje en la estación fue un poco complicado, prácticamente todo estaba destruido o en llamas, sobre todo muchas de las plataformas de aterrizaje. Sin embargo, Alia logró maniobrar con destreza y aterrizar en una plataforma que aún estaba operativa.

Una vez dentro, fue recibida por un grupo de prisioneros, los carceleros lograron reparar una nave dañada y huyeron, abandonando a los prisioneros a su suerte. La mayoría eran asesinos y ladrones, pero en sus miradas había más desesperación que maldad, y estaban agradecidos de que Alia hubiera venido a salvarlos, ya que hacía horas que ninguna nave de rescate había pasado por allí.

Alia, con el corazón latiendo con fuerza, los guio hasta la nave y les ayudó con los asientos y los cinturones de seguridad, quería llevarlos a un lugar seguro lo mas rápido posible. Mientras la nave se llenaba con los prisioneros, algunos se lo agradecieron con murmullos, otros simplemente tomaron asiento en silencio, con expresiones que oscilaban entre incredulidad y esperanza.
Con la nave a su casi a máxima capacidad, Alia cerró todas las compuertas y despegó de la estación, justo cuando las primeras señales de colapso comenzaban a manifestarse en la estructura.
Unos cuántos scouts Thargoides estaban patrullando alrededor de la estación. Utilizó unos eyectores térmicos para reducir su firma térmica y, manteniendo la distancia con los scouts, se deslizó lentamente hacia el espacio, evitando así que detectarán la Arcángel.

Alia resopló aliviada, habían logrado salir del alcance de la gravedad del planeta, y por un breve momento, todo parecía estar bajo control, pero eso cambió cuando la Arcángel ya estaba fuera de la órbita planetaria.
Las luces parpadearon y el panel de control comenzó a emitir advertencias sin sentido. Un frío glacial recorrió la espalda de Alia cuando un fortísimo y agudo sonido resonó en el casco de la nave, como una advertencia de que algo inmensamente terrible estuviera a punto de abalanzarse sobre ellos.


En ese preciso instante, Tyson se despertó en su camarote a bordo de la meganave de rescate Hutner, ignorante del peligro que su hija enfrentaba. Miró el reloj de la mesita, solo había dormido unas pocas horas. Aún así, se desperezó, tomó un café para despejarse y se vistió con su traje de vuelo. Pero cuando llegó al hangar, su corazón se detuvo, el Arcángel no estaba.
Enfurecido se lanzó hacia la oficina del jefe de hangares y le preguntó de inmediato: "¿Dónde está mi nave?"
El jefe de hangares sorprendido, le explicó que la nave hacía unas tres horas que había despegado. Cuando Tyson le preguntó que quien pilotaba la nave, este se apresuró por averiguarlo. Pocos minutos después, un mecánico informó de que había visto a Alia cerca de la nave, pero que no le dio mayor importancia, ya que Alia solía pasar mucho tiempo mirando todo tipo de naves en las plataformas.
Tyson no perdió tiempo en recriminaciones y solicitó una nave y un piloto de inmediato. Sabía perfectamente quien pilotaba la nave, y se maldecía a si mismo por no haber tenido más cuidado. Pero ya era tarde, y solo le quedaba la esperanza de poder encontrar a su hija viva.

En menos de una hora ya estaban en supercrucero, buscando la señal de la Arcángel en HIP 20899, que detectaron en cuanto se acercaron al planeta 6 e, y que los llevó a las afueras de la órbita planetaria. Salieron de supercrucero lo más cerca posible de la señal, y allí estaba la Arcángel, girando sin control en el vacío del espacio.

Tyson sintió como se le encogía el corazón. Aunque temía lo peor, iba a ir a la Arcángel cuanto antes, tenía que llegar junto a Alia, o por lo menos, saber qué había sucedido. Se enfundó en un traje espacial, salió de la nave y, con destreza, se alineó con la Arcángel. La nave giraba lentamente, y le costó un par de intentos acertar el momento adecuado para sujetarse, pero al final lo logró. Se dirigió a la compuerta de la bodega de carga, solo para encontrarla destrozada, como si la hubieran arrancado de sus anclajes y goznes.

El interior de la bodega de pasajeros parecía una caótica carnicería. Tanto los asientos como los cinturones de seguridad estaban rotos y flotaban en la ingravidez, y el único rastro de los prisioneros, que deberían haber estado allí, eran las extremidades desperdigadas y las manchas de sangre por todas partes. Con un creciente sentido de horror, avanzó hacia la cabina, cuya compuerta blindada aún estaba sellada. A través del pequeño ojo de buey, vio un cuerpo flotando en el interior, estaba seguro de que era su hija Alia.
Desesperado, golpeó la puerta intentando abrirla mientras gritaba su nombre.
“Alia… Aliaaa… abre la compuerta… Alia… soy yo... ábreme”
Pero la compuerta no cedía, y Alia no respondía.
Tras varios intentos fallidos de forzarla, optó por acceder desde el exterior, utilizando la escotilla de emergencia de la cabina.
Una vez dentro, encontró a Alia flotando en el interior, con el traje puesto y sellado herméticamente, justo como él siempre le había enseñado. Su traje la había salvado, pero su rostro mostraba una expresión perdida, con los ojos abiertos, fijos en el vacío, mientras sus labios balbuceaban palabras sin sentido.
“No… no te los lleves… déjalos… déjalos… no te los lleves… no…” repetía una y otra vez, mientras su mirada se perdía en el vacío.

La llamó varias veces mientras intentaba que le mirase: “Alia… estas bien? Alia… mírame… soy yo… mírame estoy aquí… Alia! Respóndeme… Alia”
No hubo respuesta ni reacción alguna, Alia seguía repitiendo aquellas palabras, que para el no tenían sentido. Tyson la agarró con fuerza, su mente estaba llena de preguntas y temores. Necesitaba llevarla a la meganave de rescate, para que recibiera atención médica.

Después de asegurar a Alia en un asiento de la cabina, comenzó a revisar el estado de la nave. Aunque los sistemas de control principales estaban apagados, el núcleo y el soporte vital seguía funcionando, por lo que simplemente reinició la nave, que volvió a estar operativa y sin daños graves.
Se comunicó con la nave de rescate que lo había acompañado, para informar de que había encontrado a su hija, pero que necesitaba ayuda médica cuanto antes. Juntos regresaron a la meganave de rescate Hutner, donde los médicos se hicieron cargo de Alia de inmediato.
Mientras tanto, Tyson ordenó al jefe de hangares, que se extrajeran las grabaciones de la Arcángel, y que le avisaran en cuanto se pudiera visualizar lo que contenían.

Unas pocas horas más tarde, los médicos informaron a Tyson del estado de Alia. Físicamente estaba bien, pero que tenía un trauma profundo y que no reaccionaba a ningún tipo de estímulo.
Tyson preguntó si se recuperaría, a lo que le respondieron que tendrían que hacerle mas pruebas antes de poder responder a esa pregunta con certeza, pero que necesitará tratamiento psicológico cuando volviera en si. También le comentaron que sería de vital importancia saber lo que le sucedió, para así poder darle la asistencia psicológica mas adecuada.

Decidió averiguar lo que habían captado las cámaras de la Arcángel. Cuando llegó a la oficina de los hangares, el comandante de la meganave Hutner le estaba esperando, junto con varios de sus oficiales.
Le saludo y le preguntó por el estado de Alia. Tyson le respondió con lo que le habían dicho los médicos, pero que ahora era el momento de averiguar lo que le había sucedido en HIP 20899 a su hija. El comandante de la Hutner asintió y ordenó al jefe de hangares que reprodujera las grabaciones en varios monitores simultáneamente, y lo que vieron los llenó de terror y repugnancia.

Un Glaive Thargoide, una de las más temidas naves de los alienígenas Thargoides, había atacado la Arcángel.
Las grabaciones mostraban cómo esa monstruosidad había lanzado sondas contra la Arcángel. Estas reventaron la compuerta de la bodega de carga y, con sus horripilantes tentáculos, arrancaron a los prisioneros de los asientos, rompiéndoles huesos y desmembrándolos parcialmente, arrastrándolos uno a uno, fuera de la nave mientras estos gritaban llenos de pánico.
Mientras esto sucedía, Tyson vio como Alia, aterrorizada, solo pudo observar a través del ojo de buey de la compuerta blindada, gritando desesperada mientras el horror se desarrollaba frente a sus ojos, impotente ante el despiadado ataque.
Cuando la grabación terminó, Tyson quedó en silencio. Sabía que nada de lo que dijera o hiciera podría borrar lo que su hija había vivido. El terror de los Thargoides había alcanzado a Alia de la manera más cruenta posible, y aunque había sobrevivido, las secuelas emocionales serían profundas, quizás irreversibles.
Supo entonces que los rumores que se contaban, de que los Thargoides estaban secuestrando humanos eran ciertas, y que su presencia en la galaxia era una amenaza más allá de la comprensión humana.

El comandante de la Hutner instó a Tyson que se tomara todo el tiempo que considerara necesario para atender a su hija. Además, le aseguro de que informaría de este suceso a las autoridades pertinentes, y que solicitaría naves escolta anti-xeno, para acompañar y defender a las naves de rescate en futuras misiones.

Tyson volvió a la enfermería con Alia, se sentó junto a ella en la cama y acarició la frente de su hija mientras descansaba. Alia estaba sedada y tenía los ojos cerrados, pero sus labios se movían como si estuviera diciendo algo en voz baja.
Varias lágrimas cayeron por las mejillas de Tyson, sabiendo que nunca podría proteger a su hija Alia de todos los peligros que acechaban en el vasto mar de las estrellas.
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