La trampa
26 Oct 2015Zaroca
Dice un refrán de la vieja Tierra que la curiosidad mató al gato y la confianza al hombre. Y qué razón tenía. Pero por alguna extraña razón uno no suele acordarse de los buenos refranes a tiempo. Ese momento hubiese sido cuando cerré el acuerdo con el jefe de seguridad de Sothis. Aquel hombre, recto y maduro, no era capaz de ocultar un alma desbordada. Seguramente le enviaron desde cualquier otra estación como ascenso por una vida de entrega y una mala paga. Desde fuera parecía una gran idea: Una estación en construcción, poca población, toda muy ocupada soldando y construyendo. Parecía un destino fácil, un retiro por todo lo alto... el retiro que te mereces. Pero claro, no te cuentan nunca la parte de los piratas. Donde hay materiales que entran y salen sin parar hay piratas. Es inevitable, es como el brandy laviano y el dolor de cabeza de después.
Esta es la parte en la que entramos Taranis y yo, que nos encontrábamos de paso en Sothis por unos asuntos que las autoridades de la Alianza no serían muy felices. Hay quien paga bien por determinadas importaciones, pero eso es historia para otro día.
Le di la mano al jefe de seguridad aceptando derribar 32 piratas como parte de varios contratos que nos permitirían ganar unos cinco, quizá seis, millones de créditos más recompensas a cada uno. Francamente parecía una tarea más laboriosa que complicada. 32 naves son muchas que localizar y así lo fue hasta llegar a la última pieza que cazar...
Tras rastear y patrullar el sistema vecino a Sothis, Ceos, una y otra vez encontramos una señal fuerte y nos dirigimos a ella. Mi Anaconda y la ASP de Taranis salieron de supercrucero y al bajar nos encontramos unos cuantos contenedores de oro flotando en el vacío.
"La trampa, otra vez el mismo truco", pensé. No era la primera vez que nos encontrábamos con ese tipo de emboscadas y en ellas habíamos encontrado de todo: desde cuatro pirados a bordo de Adders y Haulers tan puestos de Cebollazo que se creían el mismísimo Archon Delaine, hasta alas de Vultures escoltando a una Anaconda de nivel serio. Podíamos con ellos, saliese quien nos saliese. Seguro.
Al instante entraron en espacio normal un par de naves pequeñas y una Anaconda. No estaba mal. Sería divertido, pensé.
Dice un refrán de la vieja Tierra que la curiosidad mató al gato y la confianza al hombre. Y qué razón tenía. Un par de segundos después, a ambos flancos de la Anaconda aparecieron otras dos y tras ellas ¡otras tres! El vacío se preñó de violencia y desató una miríada de láseres y proyectiles. Le grité por radio a Taranis, mi ala, que huyese mientras abría fuego contra todas las Anacondas intentando captar su atención para dar tiempo a mi compañero a salir de allí, poniendo la mejilla y lo que no era mejilla -de algo tenía que valer ser el grande por una vez-, atiborrando el espacio con contramedidas y vaciando una y otra vez el banco de escudos... hasta que colapsaron totalmente y empecé a aguantar los latigazos con el casco.
Cuando mi compañero estuvo a salvo emprendí una huida desesperada -aunque relativamente lenta, teniendo en cuenta que éramos yo y otras seis anacondas ...os podéis imaginar la velocidad del asunto- intentando poner toda la distancia que fuese posible ya que entre todas me inutilizaron diversos módulos de la nave, entre ellos el FSD y todas mis opciones se habían reducido a aguantar hasta salir del alcance de sus sensores y realizar un reboot.
Ignoro si fueron cinco minutos o diez o apenas unos segundos, pero tras el tiempo equivalente a una eternidad para mí llegó un momento en que había conseguido dejar atrás a todas menos una, que más o menos me igualaba en velocidad y tenía constantemente a 5Km: suficiente para no dispararme, suficiente para no poder resetear la nave de sin que me hiciese pedazos.
Mientras tanto, mi compañero, aprovechó la huida para ir a la estación más cercana para limpiar su nave. En aquel momento no lo sabía pero tenía planeado entrar de nuevo a espacio normal con la nave vacía de datos y módulos caros de reconstruir para plantar cara a mi último y tenaz persecutora. Y lo hizo. Llegó y luchó hasta ser obligado a eyectar y darme así una oportunidad de sobrevivir ...y funcionó ya que durante el lapso en que la anaconda se centró en el yo conseguí salir del alcance de sus sensores. Tras ello reseteé mi nave y afortunadamente mi fiel Anaconda consiguió restaurar un salvador 1% del FSD con el que salir de aquel recordatorio de viejos dichos.
Llegué a la estación con un 12% del casco, la mitad de los módulos inservibles, el corazón el un puño, los mamparos de babor y estribor abiertos de par en par y, tras reunirme satisfactoriamente con Taranis en la cantina de la estación, con la sensación de haber sobrevivido un día más para combatir.