The Heart Of The Icarus, Capítulo 11. The Aftermath (Secuelas). (En elaboración).
05 Nov 2024Mitxel
Ecos del ayer.
Anderton, Anlave.
Densas nubes grises cubrían gran parte del valle de Alay, parecían haberse encaramado en las cumbres, comenzando a descender por sus laderas, como si el propio valle hiciera de embudo. Los grandes pinos de sus extensos bosques, comenzaron a enmudecer e internarse cada vez más bajo en aquella espesa niebla.
El joven rostro de Mitxelle, observaba sin expresión alguna al frente. Tenia el pelo de color castaño claro, recogido tras una capucha que se apoyaba sobre sus hombros, con varios mechones empapados de agua pegados a sus mejillas.
Ni si quiera las pequeñas gotas de lluvia eran capaces de provocarla distracción alguna. Al momento, el cañón de una pistola modificada comenzó a cubrir parte de su rostro, sin temor, sin miedo, hasta que una violenta detonación de la misma, provocó inconscientemente que cerrara los ojos.
-Separa las piernas. La izquierda más adelantada que la derecha. La mano izquierda sujeta la culata... brazos extendidos.
La voz de Rai se escuchaba algo más lejana. Mitxelle simplemente obedecía las indicaciones de su tutor.
Esta vez, el rostro de Mitxelle estaba algo más cubierto por ambas manos y una mirilla que ladeaba ligeramente hacia los lados.
-Tu cuerpo es como un trípode, tiene que sujetar el arma firmemente, cuanto más estable sea tu postura, más fácil te resultará usar la mira. Cierra el otro ojo para ayudarte.
El ojo de Mitxelle a través de la mira, parecía buscar su objetivo, con cierto descontrol, mientras apretaba con fuerza el ojo contrario. Como si por apretar más, te confiriera mayor puntería, hasta la siguiente detonación. El humo del cañón cubrió ligeramente su rostro.
-¡No cierres los ojos, maldita sea!. Repítelo.
Mitxelle trató de coger aire con serenidad y volvió a intentarlo. Tras unos segundos, la detonación apenas la hizo pestañear.
-¡Eso es!, ¿lo ves?. Te estas acercando.
Mitxelle giró la cabeza y esbozó una sonrisa de aprobación, de emoción.
-¡No me mires!... atenta a tu objetivo, nunca apartes la vista de él... eso es, sigue, el entrenamiento hace la perfección.
El rostro de Mitxelle fue cambiando, a medida que apretaba el gatillo. Se notaba que iba cogiendo mayor confianza y eso se trasladaba en su forma de apuntar.
Pasaron los días. Todas las mañanas temprano, sin que Rai le pidiese nada, cogía aquella pistola que fue la usó cuando acabó con la vida de aquel hombre que mató a su madre y siguió entrenando.
Su rostro día a día, de frente apuntando con la pistola, con niebla, sin ella, soleado, lluvioso, la tormenta, soleado... cada vez con mayor atino.
Rai se despertó y se tomó un café que recién había preparado en el fuego. Observaba con detenimiento a Mitxelle, en aquel centro de entrenamiento improvisado en el interior del bosque, con cada sorbo de la taza.
Más tarde se levantó y agarró su escopeta. Se acercó lentamente sin hacer ruido, mientras Mitxelle disparaba lenta pero segura hacia aquella diana del árbol. Ya se veía como una profesional y eso se notaba en su confianza.
Al acercarse lo suficiente, disparó la escopeta cerca de la cabeza de Mitxelle, quien lanzó la pistola al suelo asustada tapándose el oído.
-Muerta...
Mitxelle no entendía que había pasado, observaba a un Rai disgustado.
-Nunca se tira el arma, nunca se quita la vista a tu enemigo, nunca nada, ha de distraerte de tu objetivo. Cualquier simple animal de este bosque no lo haría contigo.
Mitxelle le miraba desilusionada con la mano en el oído, sabía que Rai no estaba contento. Ella se preocupaba en obedecer, para demostrarle que no era una carga más, que podía ser útil y no la abandonara.
-Coge tu arma, levanta.
-Vuelve a apuntar.
Mitxelle volvió a su posición con la pistola y volvió a centrarse en la diana cuando otra detonación de la escopeta de Rai, la hizo perder su postura e intentar aguantar el fuerte ruido de la escopeta.
-¡Mantén la postura!.
Mitxelle cogió postura y lo intentó, cada detonación de aquella escopeta se le metía en su interior, los recuerdos se le venían a la cabeza, la imagen de su madre, la de aquel hombre, su arma detonando sin apenas haber tocado el gatillo, la sangre.
-¡Ahhhhhh!....
Un grito de ira se extendió por el bosque mientras el dedo de Mitxelle no cesaba en seguir disparando de continuo, con toda la rabia que llevaba consigo misma. Rai tampoco cesó en su empeño y juntos acabaron tumbando aquel árbol que hacía rato dejó de sostener lo poco que quedaba de aquella extinta diana.
-Buen trabajo. Coloca otra diana en ese árbol.
Mitxelle trataba de recomponerse, no dejaba de jadear tratando de recuperar el aire. Y siguió obedeciendo. Día tras día, cada mañana, hasta que el periodo vacacional se iba agotando.
Había amanecido, Mitxelle se levantó temprano como todos los días y dejó varios troncos de madera al fuego. Luego cogió su arma, la revisó y volvió de nuevo a estar frente a la diana, pero está vez de costado.
Estaba distinta, ya no era aquella chiquilla de ojos llenos de rabia, más bien, se encontraban relajados. El arma se levantó con una sola mano en oblicuo y comenzó a disparar sin ton ni son, sin que nada la preocupase. Al rato, Rai se acercó sigilosamente y realizó otro disparo con la escopeta, pero Mitxelle siguió impasible apretando el gatillo, sin apartar la mirada de aquella diana.
Rai observó los impactos, todos agrupados en el centro de la diana, mientras sostenía la escopeta apuntando hacia arriba, apoyada en su cadera. Mitxelle prosiguió hasta que la pistola se quedó abierta esperando otro cargador con más munición.
-Ya estas preparada... -Dijo Rai con talante calmado y orgulloso.
Mitxelle recogió su arma, y miró a Rai de reojo con entusiasmo.
-No apartes la mirada de tu objetivo... -Recalcó Rai.
La inocencia vestida de muerte.
Anlave iluminaba desde el horizonte con tonos cálidos los extensos bosques del valle. Una antigua motocicleta, iba recorriendo las sinuosas carreteras casi ocultas por la arboleda a ambos lados de la calzada en dirección a Cohan. Al llegar a un pequeño poblado colono a escasos kilómetros de la ciudad, la moto redujo la velocidad y se detuvo junto a una pequeña tienda de alimentos.
En la moto viajaban dos personas, una adulta y otra más joven en el asiento trasero. La más joven se bajó de ella y se quitó el caso, su melena recogida de color castaño claro dejó al descubierto el rostro de Mitxelle. Quien observó de reojo a tres hombres bebiendo en un bar de enfrente, cruzando la carretera, bajo un porche de madera.
Dos de ellos se encontraban sentados en unas sillas de madera mientras que el tercero observaba de pie, apoyado en una de las columnas de madera junto a la entrada.
Mitxelle entró en la tienda mientras Rai observaba impasible sentado desde su moto, con la mirada al frente. Tenia los ojos entrecerrados con algunas arrugas en los costados. De vez en cuando sus claras pupilas giraban en dirección hacia el bar, sin girar la cabeza.
A los pocos minutos, Mitxelle salió de la tienda con una bolsa de víveres y el palo de una piruleta asomando en su boca. Se acercó a la moto y guardó la compra más una bolsa de chucherías, en una de las mochilas que se encontraban amarradas a los laterales de la moto en la parte trasera. Luego se dispuso a cruzar la carretera observando que no viniese tráfico.
Rai arrancó la moto y se fue acercando a ralentí mientras Mitxelle cruzaba en dirección al bar. Al llegar al porche de madera, Mitxelle se quedó parada junto a los tres hombres de mediana edad.
-¿Se te ha perdido algo?. -Preguntó el que estaba de pie.
Mitxelle se quedó callada observándole.
-Eh, Joe, ¿No es muy pequeña para tí?. -Dijo entre risas uno de los que estaba sentado con una botella de cerveza en la mano.
El qué estaba de pie le miró hacia atrás quejándose.
-¡Joder Miles, cuantas veces te he dicho que no uses mi puto nombre!.
La mirada de Mitxelle se detuvo brevemente al escuchar los nombres. Cuando el que estaba de pies la devolvió la mirada, el arma que ella sostenía en la mano y que decimas segundos antes había sacado de su espalda con gran agilidad, detonó en tres ocasiones, centro, izquierda y derecha.
Mitxelle volvió a guardar la pistola en su espalda mientras saboreaba aquella dulce piruleta, volviendo tras sus pasos, sin apartar la vista de aquellos cuerpos. Luego se giró y se dirigió hacia la moto que Rai, en la que se subió de un salto. Se colocó el casco a medida que la moto se alejaba cambiando las marchas, tras el cuerpo abatido en el suelo. La botella que sujetaba en la mano uno de los que estaba sentado, cayó al suelo, desparramando la cerveza que se mezclaba con la sangre.
El dueño del bar salió a ver que pasaba cuando se encontró con aquella dantesca imagen, sin entender que había ocurrido. Sólo pudo atisbar una moto en la lejanía.
Había transcurrido media hora cuando Rai detuvo la moto junto a un mirador. Desde él se podía ver toda la costa de Cohan. Las dos personas se bajaron de la moto. Mitxelle se quedó apoyada en ella, observando el mar. Anlave ya estaba en la raya del horizonte, bañando su serio rostro en cálidos tonos anaranjados. Rai se acercó a la valla de madera que separaba el parking de tierra del acantilado y también se quedó observando aquella majestuosa vista. Sus claros ojos parcialmente cubiertos por los párpados, parecían buscar la serenidad.
Poco tiempo después llegó un vehículo que se detuvo a varios metros de su posición. Un hombre se bajó de él y se acercó a Rai.
-Rai...
-Glenn...
-¿Está hecho?.
-Si.
-Bien... ¿Algún contratiempo?.
-Llevaba escolta, pero fue rápido.
Glenn, se quedó pensativo viendo el horizonte anaranjado. Casi moviendo la cabeza afirmativamente.
-Tenemos que hablar. -Dijo el hombre.
Glenn observó a Mitxelle, que estaba vigilante apoyada en la moto.
-Así que era cierto... ¿Es ella?.
Rai apenas se inmutó.
-Mi jefe está preocupado. ¿Sabes?... la chavala. ¿No te estarás ablandando?. Algunos empiezan a llamarte el padre, ¿Sabes?. No es de muy buena reputación que andes todo el día por ahí, con esa chica, no del mismísimo Thomas Railey.
Rai seguía observando Anlave, ninguna de sus palabras hizo mella en sus pensamientos.
-Bien, tengo tu pago. En el coche.
Rai se giró hacia Mitxelle y le hizo un ademán con la cabeza, para que fuese con Glenn.
-Es tu pago, ¿ahora mandas también a la chica?, joder Rai...
-El pago es de ella, ella hizo el trabajo. -Dijo Rai mientras Mitxelle se acercaba con la piruleta aún en la boca, saboreando ya sus últimos momentos.
-¿Ella?... ¿Lo dices en serio?.
-No llego a un minuto, tres balas... tres bajas.
-No me jo... así que esto es lo que... joder Rai.
-Nunca me subestimes Glenn.
Mitxelle acababa de llegar hasta su posición.
-Así que tu... ¿Es cierto?.
-No habla, Glenn... desde la muerte de su madre no.
-Joder, lo siento... ¡eh!, tengo una cosa para ti, ven.
Mitxelle le siguió bajo la escrupulosa y protectora mirada de Rai. Al llegar al vehículo, Glenn la dio una bolsa.
-Tu pago. Escucha...
Glenn se apoyó en el maletero, observándola detenidamente.
-Tengo otra cosa para ti. Como señal... de confianza, ya sabes, para futuras relaciones profesionales. Si la encuentro. Mi jefe cuida bien de los suyos, ¿Sabes?. Además, creo que es de tu talla.
Glenn rebusco entre varios maletines y sacó uno bastante alargado del maletero. Rai no quitaba ojo.
-Aquí está. Si, si señor. Una reliquia, créeme, de la vieja tierra. Mira... ¿Ves esa moto de ahí?.
Glenn se auto señaló con el dedo.
-Yo la conseguí. Una Harley de vigésimo tercera generación, justo cuando los antiguos estados Unidos de las Américas se convirtieran en la federación de los estados unidos. La última de su especie. Hace un milenio que dejaron de producir motores como ese. Yo consigo cosas chulas. Si alguna vez necesitas algo... el tío Glenn... ¿lo pillas?.
Glenn se quedó observando la moto con añoranza.
-Me la ganó en una apuesta. Nunca apuestes nada con gente como él. Perderás. Fue una lección que me costó muy cara aprender. Quien iba pensar que podría acertar a un puto melón a más de dos kilómetros de distancia... sólo una brizna de aire y hubiera sido mía. Joder... bueno, ¿No lo abres?.
Mitxelle soltó los cierres del alargado maletín y sus ojos se abrieron de par en par cuando lo abrió. No se podía creer lo que estaba viendo.
-Sabía que te gustaría... si señor, el tío Glenn, ¿Ok?.
Glenn empezó a señalar las partes de su contenido.
-Cuerpo de madera de teca, palas de boro, levas de alta calidad, cuerda de nailon, ideal para este clima, mira x3 de carbono... esto es nice, ¿Vale?.
Mitxelle lo sacó de su interior, era un arco espléndido, había mucha emoción en su mirada. Lo cogió con la mano y realizó varias extensiones. Era ligero y podía estirar la cuerda sin apenas esfuerzo por las levas.
-Eh... ¡choca el puño!.
Ella no tardó en sacar el puño y chocarlo de arriba a bajo y de abajo a arriba, luego al centro.
-Eso es... ¿Sabes?. Creo que me vas a caer bien.
Mitxelle le esbozó una sonrisa, no pudo evitar mirar de reojo a Rai, para notar su aprobación. La sorpresa de Mitxelle fue aún mayor cuando Rai asintió.
Una joven promesa.
La punta metálica de una flecha asomaba tímidamente entre las ramas. La humedad bañaba ligeramente la superficie distorsionando su brillo. La punta retrocede hacia atrás tratando de enfocar la concentrada mirada de Mitxelle, oculta bajo una capucha mimetizada.
-Doscientos treinta metros, tres nudos, sur sureste. -Dijo Rai en voz baja, tras unos prismáticos cubiertos por una manta militar.
Tras unos segundos de tensión, la flecha dejó rápidamente atrás el rostro de Mitxelle, dando paso a un vuelo silencioso entre las gotas de agua, donde el cielo grisáceo, comenzó a ganar terreno hasta detenerse finalmente en la cabeza de un joven Grokan, que hurgaba entre las entrañas de una presa.
-Un tiro limpio...
Los prismáticos se apartaron hacia abajo, dejando ver el rostro de un impasible Rai.
Mitxelle recogió el arco sin moverse de su posición. Aún permanecieron un rato sin moverse, hasta asegurarse de que el lugar estaba limpio, sin más Grokans en la zona. Sólo se escuchaba el sonido de las gotas de lluvia que se posaban sobre las hojas y sus capazos.
-Es seguro... vamos. -Dijo Rai con un tono más elevado.
Las dos personas, el adulto y la joven, comenzaron a descender con su equipo de camuflaje ladera abajo, entre la lluvia y la densa vegetación, bordeando el claro, asegurando cada paso que daban.
Tiempo después, el joven Grokan cae de golpe sobre la mesa de madera del campamento. Hacia rato que cesó la lluvia. El cuchillo de caza de Rai realiza sendas pasadas por las extremidades, el cuello, la parte baja del animal y comienza a extraer la piel poco con la ayuda del afilado cuchillo. Todo ello, bajo la atenta mirada de Mitxelle, quien parecía estar aprendiendo continuamente, día a día.
Al día siguiente, seguían una senda dentro del bosque, Rai la mostraba los hongos y diversos tipos de plantas. Mitxelle observaba con curiosidad como lograr distinguir lo toxico de lo comestible y sobre todo, cuáles eran las más exquisitas.
Los días fueron pasando. Un grupo de motoristas, recorrían la sinuosa carretera que unía Cohan con Fraser. Entre ellos, una antigua chopper comienza a sobrepasarlos, uno a uno. Mitxelle iba sentada en sentido contrario de la marcha, con la espalda pegada a la de Rai.
Desde un ángulo cenital, como si de un dron se tratase, cada detonación posterior, iba dejando tras de sí un reguero de muerte, a medida que la chopper iba ganando terreno al grupo. Con el último derribo, la moto de Rai siguió su camino, como si nada hubiese ocurrido, alejándose de la vista, entre las ramas de los árboles, que parecían dar bocados al asfalto.
...
Mitxelle observaba el mar desde el acantilado junto al nuevo campamento. Al poco tiempo un trozo de tarta con unas velas aparecieron junto a su rostro. Los ojos de Mitxelle se abrieron de par en par.
-Diecinueve ya. Se me empieza a olvidar lo rápido que pasa el tiempo.
Mitxelle agradeció el gesto por parte de Rai, a quién ya consideraba como a un padre.
-Tengo algo para ti.
Rai acercó otro maletín, más alargado. Mitxelle lo observó con detenimiento y lo abrió poco a poco. Nada más verlo, se abrazó a Rai, quien se sentía cada día más orgulloso de ella. Habían pasado ya tanto juntos que empezó a depender de ella, incluso sentimentalmente. Como si fuera su propia hija, parte de su familia, una familia que perdió tiempo atrás, bajo el intenso fuego.
Mitxelle sacó el rifle de precisión con aquel gran teleobjetivo y observó tras él. Casi podía tocar las olas. Estaba completamente emocionada.
-Es un buen arma, muy potente. Te servirá en futuros trabajos. Feliz cumpleaños Mitxelle.
...
El cañón de un fusil asomaba ligeramente entre la densa vegetación, casi costaba distinguirlo entre la maleza, ya que estaba envuelto con una tela mimetizada. Un poco más adentro entre las sombras, se podía vislumbrar la silueta de un vehículo junto a un acantilado, en el reflejo de una lente de grandes dimensiones.
-660 metros, viento 6 noroeste. Tres contactos... dos cerca del vehículo, un tercero en el interior. No es nuestro objetivo. -Dijo una voz masculina que sonaba como un susurro, a través de un intercomunicador.
No se podía distinguir nada entre aquella vegetación. Con la capa mimetizada cubierta de hojarasca, era imposible ver nada más que a la propia naturaleza en sí.
-Aun no ha llegado...
A través del visor, se podía ver el vehículo con dos hombres apoyados de espaldas a él. El visor comenzó a moverse lentamente hacia la derecha para enfocar a otro vehículo que justo acababa de llegar.
-Ahí está. Es el de la camisa blanca. Va con otro hombre mas escolta. 7 contactos en total.
Los hombres se bajaron del vehículo, menos el conductor. Dos se quedaron atrás vigilando, mientras que el de la camisa blanca se alejó en dirección al otro hombre que se bajó también del primer vehículo. Ambos se saludaron y comenzaron a negociar. La retícula apuntaba justo al centro de su cabeza.
-No esperes demasiado... no tendremos otra oportunidad.
El cañón del fusil oculto entre la vegetación pegó un golpe hacia atrás, le siguieron otros cinco más, casi secuenciados.
El conductor que se encontraba en el interior del vehículo observaba distraído la montaña que tenía a su izquierda. Cuando varios destellos en la lejanía llamaron su atención. Pero ya era tarde, la ventanilla reventó en cientos de diminutos trozos cristalinos y el interior del coche se cubrió de sangre. El lugar se encontraba cubierto por seis cuerpos sin vida, cuyas cabezas reposaban sobre un lecho de barro y sangre, cuando seis detonaciones se empezaron a escuchar secuencialmente, como si de golpes secos se trataran.
El cañón permaneció inmóvil durante varios minutos, hasta que empezó a haber movimiento. La manta mimetizada se apartó hacia un costado dejando ver el rostro de una Mitxelle algo más adulta.
-Siete objetivos, seis disparos, siete bajas. -Dijo Mitxelle a través del comunicador.
-Lo he visto. Excelente trabajo... como siempre.
-Recógeme en el punto Delta. -Finalizó Mitxelle, quien no apartó la vista del lejano lugar.
Media hora más tarde Mitxelle llegó al punto de recogida donde Rai le esperaba con la chopper. Llevaba el rifle al hombro pegado a la mochila mimetizada, con unos pantalones vaqueros desgastados y poncho verde oscuro militar. Se fue acercando poco a poco.
-¿Una bala dos bajas?, ¿No se te ocurrió una tarea más difícil, Rai?.
Rai esbozó una sonrisa mientras observaba con orgullo como había ido mejorando su técnica. Mitxelle se quitó la mochila y la amarró a un costado de la moto.
-Mañana es mi cumpleaños, ¿Me llevarás al Rooster's? Podíamos ver Piratas de Carinae.
-¿Piratas de Carinae?, ¿Otra vez?.
-En el fondo se que te gusta. No seas un viejales. Seguro que no sabes ni cuántos cumplo.
-¿22?.
-¿Encima lo preguntas?, venga... jajajaja.
-Te prefería cuando no hablabas.
Mitxelle se subió a la moto de un salto.
-Yo también te quiero, papá... jajajaja.
La chopper se puso en moviendo lentamente, hasta alejarse a buena velocidad y perderse en el horizonte de aquella vieja carretera.
Leven.
Leven, la vieja ciudad. Antaño uno de los primeros asentamientos colonos, que con el paso del tiempo, fue creciendo a pasos agigantados. Hasta transformarse en una gran ciudad cosmopolita. Después de las guerras coloniales, sus heridas fueron creciendo. Los grandes campos de cultivo, se extendían a lo largo del valle que gobernaba, cuya materia prima generó riquezas de alto valor, que las corporaciones no tardaron en acaparar por las expropiaciones que la Federación legalizó, para ver también aumentar sus riquezas y la de su ejército, estableciendo en el continente vecino, una de sus principales bases militares.
En el centro, se erguía un gran monumento a las guerras coloniales, en recuerdo de aquellos que lucharon por defender sus propiedades. Junto a ella, la gran estación central que conectaba el resto de ciudades del continente con la algo más joven Fraser, cuyo puerto espacial era la única conexión con el resto de sistemas.
Al otro extremo de la plaza circular, las avenidas se extendían a lo largo, en líneas rectas, el Rooster's aún seguía en pie, uno de los restaurantes más longevos de la ciudad, tanto como la propia colonia en sí. Un gran hotel, el Andrew's Plaza, se erguía partiendo de él. Como si hubieran fusionado la parte baja y convertido en una sola. Junto a ella el gran teatro de Leven y los cines Anderton. Todo ello bañado en luces de neón más modernas, adaptándose a los nuevos tiempos.
Rai y Mitxelle salieron del Rooster's después de haber estado en los cines. Era de noche y las luces de neón iluminaban sus rostros, mientras paseaban por la plaza central.
-¿Te ha gustado?. -Preguntó Rai.
-¿Me lo preguntas ahora, después de verla más de cuatro veces? Jajajaja.
-No me has contestado.
-Claro. De mayor me veo con una de esas python envejecidas con esas púas, asaltando Cutters a diestro y siniestro. ¡La gran pirata Mitxelle!.
Rai trató de contener la risa.
-Eh, ¿Eso era una sonrisa?. ¿Acabo de hacer reír al gran viejales y carcamal Rai?. Jajaja.
-Vete a la mierda.
-Eh, ojito, ¡estas tratando con una intrépida pirata!.
Rai le entraba la risa mientras Mitxelle se hacía pasar por una de las piratas que salían en la película.
-Para... haces que me sienta más viejo.
-Ohhh, venga Rai. Sabes que no hay nada que hacer.
Rai se detuvo junto al monumento, se quedó observándolo. Mitxelle se dio cuenta que algo diferente había en el. Rai se acercó a la gran base de forma rectangular con miles de apellidos gravados en el. Rai se detuvo en uno de ellos, Railey.
Aquel día había algo distinto en su mirada, como si quisiera volver atrás en el tiempo y tomar parte de aquella guerra.
-¿Estás bien?.
-Si.
-Venga... vamos. -Sugirió Mitxelle mientras le cogía del brazo.
Rai se dejó llevar por el brazo de Mitxelle. Ella sabía su historia, Rai se la contó un par de veces. Una dolorosa y triste historia.
-Eh, hoy es mi cumpleaños, y no quiero verte así, ¿entendido?.
-Tienes razón... perdona.
Rai y Mitxelle prosiguieron el paseo nocturno hasta llegar al parking donde dejó la moto. Pero esta vez entró por otro lugar.
-No hemos aparcado aquí, Rai...
-¿Ves algo diferente?.
-No... ¿Qué tengo que ver?.
-¿Pensabas que me había olvidado de tu regalo?.
Rai dejó caer una especie de chip colgado de una cadena que sostenía entre los dedos.
-No... no, jodas.
-Eh, ese vocabulario Mitxelle, ¿Acaso no te he enseñado a comportarte como una señorita?.
-¡Ja!... no me lo puedo creer... es... ¿Es mía?.
-Toda tuya.
Una reluciente motocicleta se encontraba aparcada de lado. Tenía un carenado con cierto estilo deportivo, preparada para alta montaña también, con motor eléctrico de última generación. De color oscuro y una cubierta que rodeaba todo el cuerpo, contenía varios embellecedores cromados, que estilizaban el contorno y la hacia muy llamativa y un dibujo en los costados con unas rosas cubriendo una pistola, su pistola. Un dibujo hecho a petición de Rai.
Mitxelle se acercó a ella completamente ensimismada, observando el dibujo y acariciándolo con los dedos suavemente.
-¿Ha sido idea tuya?.
-Creo que refleja tu temperamento. Algo nuevo, algo a la altura de una nueva generación.
-Esto no es propio de ti, Rai.
-¿Te gusta?.
-Rai... ¿De verdad me lo estás preguntando?.
-Eso es un si.
Mitxelle se subió a ella e introdujo el chip en el manillar. Era muy cómoda, enseguida la suspensión se adaptaba a su ligero peso. Luego pulsó el encendido en una pantalla recién iluminada y la moto arrancó emitiendo un suave soplido, casi como un silbido, que se acrecentaba a medida que tiraba del acelerador. Una luz azulada brillaba bajo el motor, iluminando gran parte del suelo junto a dos turbinas a cada lado, que giraban emitiendo también una luz azulada que cambiaba a tonos anaranjados con cada aceleración, expulsando el exceso de calor originado por el propio motor.
-Dios... ¡que pasada!.
-Prefiero los motores de combustión, pero esto te dará mayor autonomía. Me gustó, aunque es de carretera, el fabricante Ferguson las adapta muy bien para a la montaña. Es una buena máquina.
-Gracias... no... no, tengo palabras para...
-No digas nada, te lo mereces, como aprobaste el permiso recientemente, pensé que así tendrías más libertad para que hagas... ya sabes.
Mitxelle detuvo el motor y miró a Rai con cierta inseguridad.
-¿Me estas diciendo que esto es una despedida?.
-No, para nada, pero... ya te estas haciendo un lugar en tu vida y en algún momento... tendrás que irte.
-Eso no suena bien, Rai.
-Es lo que es Mitxelle. Creces rápido, y llegará un momento en que yo sea un estorbo más que una ayuda.
-No digas eso. Joder me estas jodiendo la sorpresa.
-Esta bien. Olvídalo.
-Si, olvídalo tú, porque yo no pienso dejarte. Ni que se te pase otra vez por la cabeza.
Rai se sintió orgulloso, aunque en el fondo casi le dolía más a él que a ella.
-¿Subes?, te acerco a tu moto.
Rai se montó en la parte trasera. La moto cedió ante el aumento de peso, pero enseguida volvió a su lugar. Mitxelle soltó el freno ligeramente y la moto comenzó a moverse con ligereza emitiendo aquel soplido característico. La luz inferior iba iluminando el parking con tonos fríos y cálidos a medida que se alejaba.
Ecos.
Una luz se desplazaba a gran velocidad entre la arboleda. Anlave se había ocultado en el horizonte, aún podía verse el crepúsculo. Llegó hasta un vehículo que se encontraba aparcado junto a una cabaña en el monte. Un hombre se bajó de él para recibir a la joven Mitxelle.
-Puedes recoger tus bonos de recompensa.
-Gracias Glenn.
Los dos se acercaron a la vaya de madera junto al acantilado.
-Nunca des las gracias, es tuyo. Vas progresando. ¿Qué tal los estudios?.
-Ya falta poco para la licenciatura.
-Se que eres muy inteligente, lo sacarás adelante.
Mitxelle sonrió.
-Eso no me preocupa.
-¿Entonces?.
-¿Qué vendrá de después?.
Glenn guardó silencio.
-Serás una gran científica, o bióloga.
-¿En serio lo crees?.
Glenn se encogió de hombros.
-Rai quiere que vaya a la academia militar.
-Es buen lugar para terminar de... hacerse a uno mismo. Y una buena oportunidad laboral.
-¿En el ejército?, ¿La federación?, ¿En serio lo dices?. No me veo en los marines, Glenn.
-Dejémoslo en científica.
-Jajajaja... eres único.
-No te preocupes de eso ahora. Difícil es predecir el futuro.
Mitxelle dio un paso atrás mirando el crepúsculo.
-Bien... es hora de que regrese.
...
Serpientes... Serpientes... Serpientes...
Todo da vueltas alrededor, nada es capaz de enfocar. El sudor empapa su piel. Serpientes. Uno, dos, tres, serpientes. El barro... ese chico se hunde, gemidos... en su rostro no se refleja el miedo. El sabe que ella está ahí.
-¡Vamos, dame la mano!.
Pero sigue cada vez más adentro hasta que su rostro desaparece por completo.
-Serpientes...
Su brazo se hunde, el rostro de Mitxelle es de auténtico esfuerzo.
-¡Aaahhhhh!.
El rostro del chico emerge de las profundidades del barro, hasta salir el cuerpo entero hacia una orilla más endurecida. Arrastrándose como serpientes. Los dos se quedan cogiendo aire mirando al cielo. Todo da vueltas. Las gotas de lluvia se estrellan contra sus pupilas, Mitxelle apenas logra enfocar.
-¿Cómo te llamas?.
-Mitxelle. ¿Y tú?.
-Hamid, Hamid Danorus.
Los dos estaban cubiertos de barro. Cuando otra explosión retumbó cerca de su posición.
-Coge el arma, tenemos que seguir o te expulsarán.
Los dos se incorporaron con dificultad y siguieron corriendo por el campo de entrenamiento. El oficial marcó los tiempos cuando alcanzaron la meta.
-¡Dos minutos menos Mitxelle!. ¿Te paraste a tomar un café?.
-No, yo solo....
-¡50 flexiones, todos!.
Los rostros de Mitxelle y de Hamid se cruzaron frente a frente en cada flexión.
-Serpientes... otra explosión.
-¿Qué?.
-Serpientes...
-¡Qué coño!, ¡estamos recibiendo fuego intenso!.
-¿Qué?.
La imagen era dantesca. Naves sobrevolando la superficie del Titan bajo el intenso fuego antiaéreo y los misiles de enzimas.
-¡Tengo dos scout y una cuchilla en la cola, no me los quito de encima!.
Bajo la atenta mirada de Mitxelle, aquella nave explotó. En sus pupilas podía verse el fuego y los trozos de metal ardiendo.
-¡Posición Alpha!, ¡todos!.
Los dos grupos de Ángeles escaparon del Titan hacia el anillo exterior de asteroides.
-Serpientes...
El joven rostro de Mitxelle observa a aquella serpiente, era casi hipnótica. Los dos, frente a frente.
-Hanorus...
-No luches contra ellas, fluye en su camino.
Una cueva, llena de raíces por las paredes, la mano de Mitxelle se cubre de tierra al posarse sobre ella. El suelo está cubierto de serpientes moviéndose como millares de gusanos. Comienzan a ascender por sus piernas, hasta cubrir su rostro por completo.
-¡Mitxelle!.
Una ola de fuego rodea la Kraith.
-¡Qué cojones te pasa!.
Las serpientes dejan un hueco por donde se puede ver su ojo derecho. La pupila comienza a brillar.
-Icaro...
Los propulsores de la Kraith de Mitxelle se activan. Como ojos verdes resplandecientes en el interior de la nube cáustica. Otras dos Chief la siguen, mientras el resto mantiene a raya a los scouts. Se acercan al Titan en formación y comienzan a lanzar los torpedos de nanites sobre el interior de las turbinas de ventilación, como pequeños puntos azules brillantes que explotan en su interior, provocando un mal funcionamiento e impidiendo que el calor salga al exterior. El interior de Taranis colapsa, y la única forma de expulsar su calor interno es exponiendo sus 8 hileras de corazones al exterior, como un enorme tallo cubierto de hileras de pétalos. Momento en que los dos grupos de Ángeles aprovechan para disparar todo lo que tienen sobre ellos.
Cuando Taranis se recupera, vuelve a esconder sus corazones y ataca con todas sus fuerzas usando una especie de campo de energía de plasma magnetizado que la rodea por completo.
Las naves escapan al anillo exterior de asteroides. Las que no lo consiguen, quedan atrapadas en su interior, sufriendo daños de consideración, perdiendo el control total de la nave.
Todos los pilotos observan al Titan, dándose cuenta, que es más resistente de lo que pensaban, apenas habían causado daños a aquellos corazones, y sus naves ya habían sufrido graves daños.
-Regresemos al Damocles.
Las naves restantes que habían logrado sobrevivir, regresaron dejando atrás la vorágine cáustica que había seguido causando otras dos bajas más.
-No estábamos preparados esto. -Dijo Ángel azul, mirando hacia atrás de su Mamba.
-Nadie lo está... pero igual que cuando empezamos a andar. Nadie está preparado para dar el primer paso... al final acabamos corriendo y bailando. -Dijo Mitxelle observando el indicador de salud de la armadura de la nave que se encontraba al 2%.
El cristal de la cabina estaba agrietado por todas partes, y los propulsores, costaba mantener el vuelo en línea recta.
El grupo de naves regresó al Damocles y fueron tomando los Pad de aterrizaje a medida que lograban llegar.
La Kraith se posó con toda la delicadeza que pudo, pese al fallo de los propulsores. Mitxelle observó el indicador que seguía al 2%. En un momento cogió aire y lo exhaló lentamente.
-Joder.
La derrota se reflejaba en sus ojos. Una vez el pad descendió al interior, desconectó todos los sistemas y se bajó de ella. El nombre de Calypso se encontraba cubierto en su totalidad por restos de encima cáustica quemada, como el azúcar flameado.
Mayori no tenía cara de bueno amigos. Mitxelle se dio cuenta de ello cuando la miró mientras se dirigía hacia el ascensor.
-¡Qué coño a pasado!. ¿Sabes a cuántos hemos perdido?.
Mitxelle se detuvo en frente de ella, estaba cansada.
-Más perderemos si no lo intentamos. No te imaginas lo que es eso... ni te haces una idea.
-¡Estas malgastando los recursos!, ¿Quién coño te ha dado derecho a hacer esto sin mi consentimiento?.
-¡Tu lo hiciste!... ¡En el momento que me entregaste este buque!. -Dijo señalando el suelo con el dedo.
-¡El buque, no lo que hay dentro!.
-Blah, blah...
-¿Puedes Tómate esto más en serio?.
Mitxelle acercó su cara a la de su hermana, casi pupila con pupila. Un destello verde azulado.
-No... si tienes una queja, vete contándoles a tu amiguitos que esas cosas son más de lo que pensabais. Necesitamos más refuerzos en las naves y armas más potentes. Más pilotos.
Luego se alejó, manteniendo la mirada enfrentada a su hermana Mayori.
-O aceptas el mando o te vas. ¡Pero no pienso consentir esto!. ¡No puedes seguir haciendo lo que te de la gana como siempre has hecho!.
Mitxelle volvió sobre sus pasos y le devolvió el casco con un golpe en el pecho.
-Hazlo tú... si tienes lo que hay que tener.
El resto de pilotos exhaustos que iban llegando se hicieron eco del enfrentamiento. Las miradas de desaprobación hacia Mayori eran más que evidentes. Ella se dio cuenta. Mitxelle se reunió con el resto de pilotos que aprobaron su posición.
Mayori se quedó observando el casco de Mitxelle en sus manos cuando una llamada en su comunicador llamó su atención.
-¿Si?.
-¿Qué tal ha ido?.
-Nada mal...
-¿Bajas?.
-Un treinta por ciento.
-Bueno, no es mal resultado a pesar de las circunstancias.
-No, no lo es... necesitaremos proteger más los armazones, que sean más resistentes, muchas naves están hechas polvo. Armamento más pesado. Más pilotos.
-El Cat's Paw está en la zona del Titan. La comandante Rico os ofrecerá apoyo si lo necesitáis.
-De acuerdo.
-Sigue empujándola, pero sin presionar demasiado.
-Conozco a mi hermana, descuida.
-Bien... suerte.
Mayori corto la llamada observando la Kraith de Mitxelle.
Caída de Taranis.
-Vamos, vamos. ¡Ahora!. -Gritó Mitxelle por el canal de radio.
La Kraith de Mitxelle soltó el último torpedo de nanites e hizo un quiebro a la derecha para pasar volando raso por la superficie del Titan, entre ambos brazos. Nada más asomar por la parte inferior, vio cómo el tallo con los corazones empezaba asomarse en el horizonte.
-¡Fuego a discreción!.
Todas la naves abrieron fuego. Cada una con distintos tipos de armamento. Taranis estaba asediada, ni si quiera los scouts o los interceptores pudieron evitar el trágico final. Las explosiones del tallo expulsaban material biológico con fiereza, cada vez eran más fuertes, hasta que la última hilera de corazones dejó de brillar. La Kraith metió el turbo y ascendió por él hasta llegar al cinturón de asteroides.
-¡Si!.
Taranis en la lejanía era un compendio de explosiones secundarias, expulsando material. El grupo de naves de ataque, eran pequeños puntos de luz abandonando el lugar, buscando la protección de las rocas. Los Thargoides restantes empezaron a abandonar el interior de Taranis, desalojando su interior, en una carrera final por salvar sus vidas.
Mitxelle observó que varios de sus pilotos abandonaron la formación para rematar a las naves que huían, sin impedirlo.
-Por la humanidad... -Susurró Mitxelle.
Por la radio se podía notar la euforia y la alegría en las voces de su pilotos. Mitxelle también sonrió llena de gozo.
-Buen trabajo gente. Joder si. ¡Lo hemos hecho!.
La Mamba de la comandante Rico se acercó a mi posición.
-Buen trabajo. -Dijo Rico.
-Gracias por vuestro apoyo compañeros.
-¿Estas de coña? Jajaja, es todo un placer. Ya sabéis que el Cat's Paw está para lo que necesitéis.
-Gracias de todos modos.
-¡Por la humanidad!. Lol.
-Por la humanidad. Jajaja.
La Mamba metió el turbo y desapareció entre la densa nube cáustica.
-Bien... es hora de salir de aquí. Extremar las precauciones con esos pedorros, os quiero a todos de vuelta en el Damocles.
El recibimiento en el Damocles fue apoteósico. Todo el personal salió a recibir y vitorear a los pilotos. Eran momentos de júbilo y festejo, incluso Mayori no puedo ocultar la emoción al ver a su hermana rodeada de toda su gente felicitándola. Cuando Mitxelle se dio cuenta de su presencia, sólo la pudo ver de espaldas cómo se adentraba en los ascensores.
Al día siguiente, Mitxelle se encontraba preparando a Boomer con ayuda de los técnicos del hangar. Quería prepararla para hacer frente a los futuros Titanes.
Lía hizo acto de presencia entre las luces anaranjadas y blancas del hangar.
Mitxelle la observó de reojo mientras sustentaba uno de los paneles de refuerzo con ayuda de otro mecánico.
-¿Ya está?. -Pregunto Mitxelle al mecánico.
-Si, ya puedes soltar.
Mitxelle se quitó los guantes de protección cuando Lía se acercó junto a ella.
-Enhorabuena.
Me quedé callada sin decir ni una sola palabra.
-Lo has hecho bien. La gente te admira.
-¿Has venido a reprocharme también eso?.
Lía se quedó callada unos segundos.
-Sólo te felicito, nada más.
Mitxelle dejó los guantes sobre una de las máquinas.
-Pues... ¿gracias?.
Lía asintió. Después se alejó en dirección a los ascensores bajo la incrédula mirada de Mitxelle.
-¡Eh!. Le encontraré... y te lo traeré de vuelta.
Lía se detuvo y observó a Mitxelle. Su rostro había cambiado.
-Ya es tarde para eso.
-Nunca lo es. -Levantó Mitxelle la voz.
-Ni si quiera sabrías por donde buscar. -Increpó Lía.
Mitxelle esbozó una sonrisa.
-Lo haré. -Dijo en un tono de confianza absoluta.
-Ese día hablaremos. -Contesto Lía.
Un aspecto que quizá Lía pasó por alto, fue el ajetreado pasado de Mitxelle, y que, si alguien podía localizar un objetivo y terminar un trabajo, era ella precisamente.
Me quedé observando como se alejaba, con la sensación de que algo podía cambiar. Una segunda oportunidad.
Secuelas.
El rostro de Mitxelle se reflejaba en el ventanal de su camarote. Segundos más tarde apareció el de Bika, que se apoyó en su hombro.
Todo está cambiando... la AMI continúa asediando nuestros sistemas, Apuris, 485, Lenty... siguen violando el tratado de paz acordado con los Marlinistas. Los nombres de varios de sus pilotos siguen apareciendo en los paneles, así que la flota decidió abandonar el control definitivamente para centrar los ataques en sus sistemas. He desplazado el Damocles Uno a Leesti, para coordinar los ataques desde allí.
Todo ello bajo la guerra contra los Titanes, donde muchos valientes pilotos independientes se han unido en grupos antixeno para debilitar los sistemas controlados por Leigong y poder asestar el ataque final.
En cuanto a nosotros, Tanko está pensando en retirarse y buscar la redención junto con Dafne. Robert sigue en paradero desconocido. Llevo una semana viajando por varios sistemas buscando información, a través de viejos colaboradores. Se llevó la Destiny... la encontré en un puerto espacial de Maia, abandonada. Debió de cambiar de nave allí para ir borrando su rastro. A saber cuántas veces lo habrá hecho... está resultando esquivo, pero acaba de contactarme un viejo conocido de Tionisla que vio mi mensaje en la merchscope. Una vieja Red que usábamos para intercambiar información, oculta a la federación de pilotos. Y la información tiene muy buena pinta.
-Se que lo encontrarás.
-Gracias, Bika.
-Te he dejado algo de comida preparada en la bolsa... tráelo de vuelta, ¿vale?.
Bika observó la cara de preocupación de Mitxelle, sabía que estaba pasando por mucho. Aunque ella la esbozara aquella sonrisa a través del reflejo.
Sistema Laedla. Mansfield.
El azul del basto océano contrastaba con las anaranjadas, casi rojizas, arenas del desierto de Bannharm, que se extendían por toda la costa, moteada por las sombras que las dispersas nubes proyectaban sobre ella y sobre una vieja carratera que se extendía a lo largo, a escasos metros del océano.
Una Phantom apareció entre las nubes, dejando una larga estela de condensación tras de sí, a medida que iba perdiendo altitud y velocidad. Al llegar a la superficie, la arena fue expulsada hacia los costados por la accion de los propulsores, generando una nube, que impedía ver con claridad la nave y la extensión de su tren de aterrizaje.
El asfalto proyectaba el calor sobre su superficie. Casi a ras del suelo, parecía romperse en partes mas pequeñas, que parecían levitar sobre el suelo. La imagen desfigurada de una mujer se va haciendo más definida, con una capa roja que la brisa del mar agitaba hacia un costado, dejando ver el traje de mercenaria debajo y su Tormentor sujeto en la pierna derecha, a medida que se va acercando.
Llega a una casa, de tipo colonial, fabricada con el único material del que estaba rodeada. La brisa movía un envejecido cartel de venta colgado en la pared, oxidado y golpeado de continuo por la arena, en el cual ya no podía leerse nada. Abrió una puerta que daba al interior y pudo notar el frescor que el lugar ofrecía. Estaba oscuro. Una pequeña ventana se abrió y dejó entrar un rayo de luz que iluminó los ojos de Mitxelle, cubiertos por la roja capucha que llevaba puesta y un pañuelo negro, que cubría de nariz para abajo. Con el tiempo sus ojos fueron adaptándose a la escasa luz del interior. Había una vieja chimenea que llevaba décadas sin usarse, y un marco de fotos apoyada sobre ella, junto a varios utensilios y adornos. Agarró el marco de fotos y lo levantó para verlo con más detenimiento, pues reconoció el rostro de un joven Sr. Jackson en ella, junto a una mujer y un crío de apenas 4 años de edad. Sus ojos se llenaron de sorpresa y empezaron a ojear el resto de la casa. Posó el marco con suavidad y observó la cocina, junto al salón recibidor. Alli encontró varios enseres recientemente lavados. No daba sensación de ser un lugar abandonado en el tiempo, alguien estaba viviendo allí. Cruzó la estancia y abrió una puerta que daba a un baño. Había útiles de aseo personal recientemente colocados y apilados en orden. Cerró la puerta con suavidad y abrió otra que se encontraba dentro de un pasillo, había una cama completamente preparada y algo de ropa doblada, apilada sobre una butaca. Mitxelle cogió una prenda y se bajó el pañuelo, se la acercó a la nariz y esbozó una sonrisa. Enseguida reconoció su olor, era el de Robert. Volvió a dejar la prenda apilada sobre el resto y se acercó a la ventana de la habitación. Abrió la esterilla exterior que cubría la ventana e iluminó su rostro. Enseguida se retiró la roja capucha hacia atrás, dejando su dorado cabello al descubierto. En sus pupilas, podía verse el reflejo del mar y a un hombre sentado en la arena con la mirada perdida en aquel horizonte oceánico.
Mitxelle salió al exterior, y se sentó junto a él. Sólo se escuchaba el sonido de las olas romper contra la arena de la playa. Ella se quedó allí al igual que él, observando el magnífico lugar, sin articular palabra alguna. Sólo dos personas que en el pasado compartieron su corazón, ahora separados, por circunstancias de la vida.
Mitxelle hundió la mano en la arena y cerró el puño. Luego lo sacó y elevó a la altura de los ojos. Dejó escurrir la fina arena entre sus dedos, observándo con detenimiento su brillo.
-Es... precioso. -Dijo Mitxelle.
-Antaño, los Cetos cruzaban el océano de norte a sur, en su peregrinaje. Podías verlos desde aquí, debido a su gran tamaño. Hace mucho de ello. Ya no queda ninguno. Como todo lo que nos rodea. Antaño lleno de vida. El ser humano es capaz de hacer cosas horribles, y de provocar un gran dolor. -Dijo Robert.
Hubo otro gran silencio.
-Lo siento mucho Red... de veras.
-¿Cómo me has encontrado?. Nadie conoce de este lugar.
-No ha sido fácil, me lo pusiste muy difícil. -Dijo Mitxelle arqueando las cejas.
-Si has venido a llevarme de vuelta, ha sido en balde.
-¿Podemos hablarlo?.
-No hay nada de que hablar...
Mitxelle guardó silencio.
-Yo... hubiera hecho lo mismo, Robert. Embarazada. La habrían expulsado. ¿Qué iba hacer sola con un bebé?, nadie la hubiera contratado. No en los tiempos que corren. Todo por lo que ella luchó... y todo por el calentón de una noche, que te recuerdo, fue iniciativa tuya.
-Eso no es una excusa.
-¡Ah no!, los tíos siempre pensáis en lo mismo, ¿Qué te da derecho a hacer lo que quieras con ella?, te fuiste sin más, ¡Sin darla ninguna explicación!.
-¡Basta Mitxelle!. ¡Estas diciendo que yo tomé esa decisión!.
-Indirectamente, si.
-No... ¡no me dijo nada!.
-Si, claro. ¡Como madres, sabemos que estamos embarazadas al minuto uno, no te jode!. Red, por favor. Además... tú tampoco me hablaste de ella, de que había otra mujer en tu vida.
Las lágrimas en los ojos de Robert eran más que evidentes.
-No... no lo sabía. Yo.
-La abandonaste, por mi padre, al igual que él nos abandonó a nosotras.
-Basta...
-No Robert... no basta. ¡Eres tan responsable de esto como ella!. ¡No puedes largarte sin más para... esconderte en este lugar!... despreciando a la gente, culpándoles de tus errores.
Mitxelle se levantó del suelo.
-Eres un cobarde Robert... lamento haber creído lo contrario. Quédate aqui, lamentándote por el resto de tu vida, si es lo que quieres. -Dijo Mitxelle con desprecio sin mirarle a la cara.
Robert se levantó lleno de ira y se enfrentó a Mitxelle, ojo a ojo.
-¡Era mi hijo!. ¡Qué se supone que tenía que haber hecho!, ¡¿Darla las gracias?!. ¡Oh Lianna, lo entiendo... no pasa nada!. ¡Eh!. ¡Gracias por todo!.
Los ojos de Mitxelle se anegaron en lágrimas.
-Eres un mierda, Robert... no has entendido nada.
-Si... ¡si que lo entiendo!. Si... si pudiera... tan sólo, volver a atrás.
-Pero no hay vuelta atrás, Robert. Sólo un camino hacia adelante. Tienes... tienes la oportunidad de volver a empezar de nuevo. Ella está esperándote, como lo hizo tiempo atrás, y sinceramente... creo que no te lo mereces.
Robert apartó la mirada hacia el mar y se derrumbó en la arena clavando las rodillas.
-Entiendo tu dolor, Robert. Créeme que lo entiendo... y lo siento. Me... me duele verte así. Me duele, lo que esto significa para mí... y sin embargo, he venido a por ti, y contra todo pronóstico... te he encontrado.
-No... no puedo.
-Si que puedes... sólo... recoge tus enseres y vuelve conmigo. Es... así de fácil.
-No, Mitxelle. Se acabó. Siento que hayas hecho tanto para nada.
Ella lo miraba con los ojos enrojecidos, con gran dolor en su corazón.
-Esta bien. Entonces... adiós para siempre, Robert. Veo... veo que he llegado demasiado tarde.
Mitxelle observó con lágrimas a su alrededor, con un nudo en la garganta, que casi la impedía hablar por completo.
-Estás tan muerto como todo lo que te rodea.
Se dio la vuelta, y se fue alejando por la arena, cubriéndose con el pañuelo y la capucha de la capa roja, a medida que las ondas de calor que emergian del suelo, distrosionaban su controno. Robert se quedó mirando hasta perderla de vista.
Mitxelle subió a la Phantom y se quitó la capa, la dejó guardada en el ajustado vestidor de la cabina. Luego, accionó la palanca de cebado varias veces y conectó el encendido. Cuando se acercó al asiento del piloto, pudo ver la figura de Robert abajo, delante de ella. Se quedó observándolo y tras una breve pausa, pulsó el boton de apertura exterior y abrió la compuerta de entrada.
Cuando Robert accedió a su interior. No pudo evitar abrazarlo de nuevo.
-¿Hay un hueco para este imbécil?.
-Claro que si. -Dijo ella entre lágrimas.
...( En elaboración )...