Cmdr Topo Estepario
Role
Assassin / Privateer
Registered ship name
STNR-Manipulus
Credit balance
-
Rank
Elite V
Registered ship ID
Alliance Crusader stnr22
Overall assets
-
Squadron
Sine Terra Nullus Rex
Allegiance
Independent
Power
Felicia Winters

Logbook entry

Un desafortunado accidente

19 Apr 2022Topo Estepario
Entrada de bitácora de:
JOSEPHINE HARDIN
Primer oficial de la nave TO-06K

Desde que conozco al Comandante Estepario la vida ha sido sencilla, hasta hoy. Desde que salimos de Nanomam, apenas hemos entrado en batalla con algunos piratas bastante novatos en misiones de recompensa para financiar la verdadera pasión del Comandante, la exploración y en particular la investigación biológica. No tengo recuerdo de una época en la que no anduviese huyendo o jugándome la vida por unos pocos créditos en misiones descabelladas y casi suicidas, primero para el Imperio y luego para Turk Marshal, mi último comandante antes de ir al infierno de The Pillar of Fortitude. Los años en Colonia, sí que fueron algo mejores, pero minar asteroides es un juego peligroso que te hacía vivir al día y caer en excesos al terminar la jornada. Todos los días había que celebrar que estabas vivo y de una pieza.

Ahora, parecía que iba a tener un período de cierta tranquilidad, con un aventurero con tendencia a la soledad y que no me importunaba con bromas sexuales ni me miraba con ojos lascivos. Aún así, he mantenido las distancias con él. No parecía molestarle mi aire indiferente, ni que me hiciese la sorda al decirme algo que no fuera exclusivamente de trabajo, pero el hablaba y contaba anécdotas, o me intentaba explicar teorías sobre la panspermia galáctica, enseñándome muestras genéticas prácticamente idénticas tomadas a miles de años luz de distancia entre ellas. Intuyo que pretendía crear un vínculo emocional conmigo que yo no deseaba. Y pensaba que ya era inmune desde hacía años a las relaciones sociales. Pero hoy...

Era el último cuerpo planetario con señales biológicas a explorar en Lagoon Sector AL-X c1-0. Los ocho cuerpos anteriores habían sido prácticamente rutina. El escáner de superficie reveló una única especie de bacteria y descendimos en la zona en la que parecía incidir más la luz de su lejana estrella para aumentar la probabilidad de encontrarla y no tener que demorarnos mucho en esta roca.

Como siempre, el Comandante Estepario se puso a los mandos del VRS y a mi me dejó a cargo de la nave en una órbita baja para acudir a su llamada cuando terminase la recolección de muestras. Pasaron varias horas sin noticias de él. No era la primera vez que alguna especie se resistía a ser encontrada y que el tesón del Comandante (cabezonería, diría yo) le hacía olvidarse de mirar el reloj e informar cada cierto tiempo.

Pero tres horas eran demasiado, incluso para su habitual despiste.

Empecé a buscar la señal de la baliza del VRS en la zona en que lo dejé y al poco tiempo el radar devolvió una débil señal en el fondo de un cráter de impacto. Empecé a llamarlo por radio, pero las comunicaciones se mantenían mudas. El Comandante no tiene especial cuidado cuando conduce el VRS y pensé que un mal golpe podría haberle averiado el módulo de radio y no haberse dado cuenta.

Llegué al cráter, allí estaba el VRS... pero vacío.

–¡Maldito loco insensato!–dije entre dientes.

Me puse el traje, me equipé con varios botiquines temiéndome lo peor y me puse a los mandos del VRS.


JOS BUSCANDO AL COMANDANTE ESTEPARIO EN LAGOON SECTOR AL-X C1-0 12 E

Nunca había experimentado este sentimiento de preocupación por alguien. Se me hizo un nudo en el estómago y a medida que pasaba el tiempo la ansiedad por no encontrarlo iba en aumento. Si le había pasado algo, quién sabe hace cuánto tiempo, su traje tenía reservas de oxígeno para poco más de una hora, puede que algo más si controlaba su respiración... si estaba consciente. Pero de nada serviría si no había sido capaz de bajar al mínimo el consumo de energía del traje. La temperatura en superficie de aquella roca no superaba los 50ºK y al ritmo que debía estar consumiendo energía para mantener la temperatura de 18ºC en poco más de 20 minutos se convertiría en un cubito de hielo.

Sobre el hielo no había huella alguna y en el entorno no veía nada que me indicase un rastro a seguir. Pero no podía estar muy lejos, así que empecé a trazar círculos concéntricos desde el punto en el que hallé el VRS con la esperanza de no llegar demasiado tarde. Había prisa y sobrepasé los límites de la prudencia. Sabía que si tardaba más de media hora en dar con él ya podía olvidarme de toda posibilidad de encontrarlo con vida.

Hubo suerte.

A 400 metros al norte divisé una figura tendida en el suelo ¡se mueve!

–¡Afortunado hijo de perra!

El Comandante levantó el brazo hacia mi y éste cayó enseguida a plomo, como sin fuerza. Hacía vanos esfuerzos por incorporarse. Dirigí el VRS a toda velocidad hacia su posición mientras me iba limpiando... ¿qué es esto? ¿lágrimas?

Salté del rover y no recuerdo haberlo parado del todo, con lo que aquel planeta estuvo a punto de cobrarse dos vidas, las dos primeras que lo pisaban.

Estaba claro lo que había pasado. Uno de los impulsores de la espalda había estallado en medio de un salto y lo había arrojado contra un afloramiento. El casco estaba agrietado, pero parecía mantener su integridad. Las heridas eran graves, seguramente alguna costilla le había perforado el pulmón y la sangre brotaba de las comisuras de los labios como el sirope de un pastel; las piernas rotas y un inmenso corte en la cara desde la frente, cruzaba el ojo derecho y acababa en la mejilla. No parecía haber tocado el globo ocular, pero sin duda eso dejaría marca... bien lo sé.

–¡J.. Jos! Gra...ias a los diose...!–Su intercomunicador fallaba debido al tremendo impacto.

–Cierre la boca, maldito insensato. Ahorre fuerzas, las va a necesitar.

No podía limpiarme las lágrimas con el casco puesto, así que las ahogué concentrándome en llamar a la nave y aplicarle los primeros auxilios mientras ésta aterrizaba. Lo más urgente era sedarlo y ahorrarle la agonía de las fracturas y el más que evidente neumotórax. Tras hacerle un test rápido para descartar un posible daño cerebral que contraindicara la sedación, le metí dos dosis de morfina sintética por la cánula del traje. Si no liberaba la presión del pulmón rápidamente tampoco le quedaba mucho tiempo, pero con esa presión atmosférica tan liviana, agujerear el maltrecho Artemis y el pecho del Comandante no era una opción. Quien no ha visto los efectos de la poca presión atmosférica en un cuerpo sin la protección de un traje, se ha ahorrado una muy mala experiencia... y horas de limpieza. Había que esperar a la nave.

La morfina hizo su efecto y ¡por todos los dioses!, a juzgar por lo que marcaban los indicadores de energía y oxígeno del traje, tenía que estar al borde de la congelación y de la hipoxia ¿Cuánto tiempo llevaría ahí tirado? Por suerte la nave pudo aterrizar a poco más de cinco metros y no tuve que moverlo mucho para subirlo. Una vez estabilicé el neumotórax y las fracturas lo puse en la cámara de hibernación hasta encontrar un sistema habitado que pudiera tratarlo, con la esperanza de que los remiendos que buenamente fui capaz de ponerle fueran eficaces.
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