¿Quién eres?
21 Apr 2022Topo Estepario
Entrada de bitácora de: JOSEPHINE HARDIN
Primer oficial de la nave TO-06K. Comandante en funciones
Llevaba varias horas esperando en el mirador del bar, con la mirada perdida en el tráfico del hangar. Han es una estación con mucha actividad. Decenas de cargueros entran y salen cada hora a todos los rincones de la Federación. El trasiego de turistas y hombres de negocios también es constante. Tengo ojo para calar a la gente y las tapaderas para espías que se camuflan como comerciantes, mensajeros o exploradores son para mi tan evidentes, que se iluminan como un núcleo de Alejandrita en el escaner de pulso. Es un ejercicio entretenido y me distrae la espera de noticias del Comandante.
Habían pasado cuatro horas desde nuestra llegada y desde que el Comandante desapareciera tras la puerta de los Servicios Médicos, cuando una mujer de mediana edad, con el aire resuelto del que está acostumbrado a mandar se sentó a mi lado.
–Comandante Hardin, soy la Doctora Simon.
–No soy Comandante.
–Pues por un tiempo, sí. El Comandante Estepario se recuperará, pero necesitará tiempo... y dinero. Los tratamientos de rehabilitación genética son caros y no nos consta que el Comandante tenga algún seguro válido en este sistema.
–No habrá problema.
–El Comandante es fuerte, pero hiciste un gran trabajo con el neumotórax, las fracturas de las piernas y, sobre todo, con esa bomba de drenaje craneal... tosco, pero eficaz. Le has salvado la vida varias veces. Sabiendo cómo es, sabrá agradecértelo.
–¿Lo conoce?
–No en persona, pero... un momento ¿en serio no sabes para quién estás trabajando?
–Bueno, paga bien y no le gusta meterse en líos. Es lo único que necesitaba saber. No me irá a decir que es un héroe de guerra o algo así.
–Ja ja ja, no, nada tan popular, pero en el mundo de la exobiología es una eminencia. A él le debemos el desarrollo de los escáneres biológicos y el software de catalogación galáctica. Era el dios de los exobiólogos hasta que Vista Genomics apareció con todo ese poderío económico y se hizo con todo el mercado de muestras. Aprovechó que Trevor había dejado sus patentes libres y lo relegó.
–¿Trevor? ¿Es Trevor Maland? Pero no puede ser, si fuera él tendría que tener más de noventa años. Ya lo citaban en los libros de ciencias cuando yo iba a la escuela.
–Noventa y ocho, para ser exactos.
La Doctora Simon volvió la vista hacia la camarera:
–Por favor, un destilado de Wuntua y... ¿Qué estás tomando?
–Licor de Rhea, sin hielo.
–¡Wow! No andas con medias tintas.
DOCTORA JUSTIN SIMON
Se acercó a mi y bajando la voz continuó.
–Sus hermanos mayores murieron de progeria, un síndrome que hace que tus células envejezcan a mayor ritmo de lo normal. Con veinte años puedes tener la apariencia de un anciano de 80 años. Rara vez superan los veinticinco. Las malas lenguas dicen que se ha sometido a una terapia genética para retrasar el envejecimiento celular.
–¡Vaya, el bueno del Comandante es una caja de sorpresas!
–Bueno... Yo ya dudaba que Trevor se hubiera sometido a ese tratamiento cuya investigación está prohibida desde hace mil años, cuando la Humanidad estaba confinada en un único sistema solar y los problemas de superpoblación eran críticos ¿Pero prohibirlo hoy, con una Galaxia entera al alcance de cualquiera? Es absurdo. No, la longevidad de Trevor es natural. Lo he comprobado.
–En fin. ¿Cuánto tiempo tardará en recuperarse?
–Dos o tres días. Depende de cómo evolucione la lesión cerebral. En cuanto a lo demás en dieciocho horas estará como nuevo.
–¿Dieciocho horas? ¿En serio?
–¡Querida, esto no es un sanatorio de Colonia! –una sonrisa condescendiente iluminó su rostro– Aquí estamos a la vanguardia. Los tiempos de carpintería y costura han acabado. Las terapias génicas son mucho menos invasivas e infinitamente más eficaces. Podemos regenerar huesos, músculos, órganos y miembros enteros totalmente funcionales en cuestión de horas. Sólo el cerebro es irremplazable, pero lo demás podemos repararlo como si fuera un impulsor de tu nave.
–Son buenas noticias.
–Ahora las malas. Los tratamientos no son gratis y no tenemos la costumbre de trabajar fiado.
–No hay problema, aunque el viaje ha tenido que acortarse, he vendido los datos de exploración por un buen pellizco ¿Cuánto?
La Doctora Simon abrió los brazos en un falso gesto de resignación.
–El total son 180 millones de créditos, pero podemos pactarlo en una entrega ahora de sesenta y otra al final del tratamiento por el resto.
Hice las cuentas de cabeza. Necesitábamos dinero rápido, y el comercio era lo más lucrativo a corto plazo. El único problema es que la Type 7 que tenía el Comandante se quedaba muy corta. necesitaba, al menos, una Type 9 a la que le quitaría todo equipo que no fuera imprescindible y la dotaría de todas las bodegas de carga que pudiera comprar. En un par de días podía conseguir el total y mucho más. De nada valdría salvarle la vida al Comandante si cuando saliera del hospital estaba arruinado.
–Cuarenta ahora, cuarenta mañana y el resto al final.
La Doctora entornó los ojos y sonrió.
–Me caes bien. Trato hecho.
Me tendió la mano y yo se la estreché cerrando el trato. Al ir a retirarla, ella la retuvo suavemente. La miré y su expresión había cambiado. Sus ojos me lanzaban una pregunta. ¡Qué diablos! ¿por qué no? Llevaba mucho tiempo en el espacio. Mi mano libre le acarició la mejilla. No hizo falta hablar más.