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Bitácora del comandante Quatum Rick

21 Dec 2024QUATUM RICK
Bitácora del comandante Quatum Rick
Sistema Agarda, 20//12//3310
La Taberna de Koki estaba atestada de historias mal contadas y vasos medio llenos. El año 3310 marcaba el inicio de una nueva era, pero las cicatrices de la guerra targoide aún ardían en los sobrevivientes. Entre el humo denso y el murmullo de conversaciones, el viejo comandante Rick yacía junto a una joven piloto que había enfrentado el infierno y regresado. Daniela era su nombre, y su rostro pálido delataba las noches sin sueño y los fantasmas que la perseguían.
—Daniela, si sigues bebiendo así, vas a perder la cabeza… —dijo Rick, con una mezcla de preocupación y resignación.
Ella levantó la vista, con los ojos vidriosos y la voz cargada de rabia y desesperación.
—¡Cállate, Rick! Aún los escucho, los gritos de mis amigos cuando sus naves explotaban al ser atacadas por los targoides. Y luego… el silencio. Ese maldito silencio que se rompe solo por esos ruidos infernales. ¿Sabías que la teniente Zafiro murió en la ofensiva contra el Titán Oya?
Rick bajó la mirada, apretando el vaso en sus manos. El licor barato ya no tenía el poder de enterrar los recuerdos.

—Diablos, ¿en serio? Tenía tiempo que no sabía de ella ni de su escuadrón… desde aquella vez que les salvé el trasero.
Daniela apretó los dientes, luchando contra las lágrimas.
—Rick, todos murieron. Todos los pilotos de mi clase están en esa maldita lista de honor. Incluso los más hábiles, como Walter o James.
Rick suspiró y dio un trago largo antes de responder.
—Sí, mi querida amiga, pero bebiendo no vas a solucionar nada. Tómate un descanso, deberías ir a Colonia. Ahí podrías empezar de nuevo.
La joven lo miró con dureza, su voz llena de recriminación.
—¿Por qué no luchaste en la guerra targoide, Rick? Tú, el gran piloto, el almirante de la Federación. Apenas leí sobre ti en unas pocas batallas. ¿Qué te detuvo?
El viejo comandante sonrió con amargura, dejando que las palabras salieran como un susurro cargado de dolor.
—Porque, mi bella niña, ya he luchado en demasiadas guerras. Al igual que tú, he visto morir a mis amigos. Pero lo peor no es verlos morir, sino sobrevivir. Llevo demasiado tiempo cargando con esos recuerdos. Si estoy vivo, es porque el señor del Hades aún no desea mi presencia. Y tú también seguirás viva, porque, aunque no lo creas, eres más fuerte de lo que piensas. Hace tiempo dejé de buscar a la muerte. Cuando ella venga por mí, le daré una sonrisa y un vaso de whisky.
Daniela dejó escapar una risa amarga, limpiándose una lágrima que había escapado sin permiso.
—Al menos podré contarle a mis hijos y a mis nietos que luché en la gran guerra targoide y que sobreviví. Pero dime, Rick, ¿crees que la guerra ya terminó?
Rick la miró fijamente, con esa mezcla de sabiduría y cinismo que solo los veteranos llevan como un tatuaje invisible.
—Las guerras nunca terminan, Daniela. Cambian de forma, cambian de enemigo, pero siempre hay algo contra lo que luchar. La paz es solo el espacio entre dos tormentas. Pero eso no significa que debamos rendirnos. Tal vez, nuestra mayor batalla sea aprender a vivir con lo que hemos perdido.
La joven piloto asintió lentamente, dejando que sus palabras calaran hondo. La taberna continuó con su bullicio habitual, ajena a la pequeña tragedia que se desarrollaba en un rincón oscuro. Dos almas marcadas por la guerra, buscando consuelo en la compañía del otro, mientras el universo seguía girando, indiferente a su dolor.

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