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Tenebrae

09 Apr 2023Han Tannhauser
—¿Han Tannhauser? ¿El explorador?

A Dane Pope ya no había muchas cosas que le soprendieran, después de llevar la cantina de Li Qing Jao durante más de treinta años, pero volver a oír ese nombre lo había pillado con la guardia baja.

—¿Lo conoce? —Al chaval que hay delante de la barra se le iluminan los ojos de emoción. Apenas rondará los veinte años.

—¡Ya lo creo! Venía mucho por aquí. Siempre se pasaba a echar un trago después de sus aventuras. Ahí mismo, donde estás tú, me ha contado mil batallitas.

El camarero habla como quien acaba de abrir un cajón y se ha encontrado un juguete de su infancia.

—Y... ¿ya no viene?

Pope recupera la compostura y las facciones se le endurecen hasta adoptar un tono cuasi sombrío.

—Hace unos tres años que no lo veo.

La expresión del chico viaja de la expectación a la derrota en menos de un segundo. Al cabo de unos instantes, se atreve a preguntar:

—No me estará diciendo que... ¿Cree que ha...?

—No lo sé, chaval. Me gustaría decirte que Han es un hombre de recursos y que sabe cuidarse solo, lo cual es cierto, pero la galaxia es un lugar hostil, eso seguro que ya lo sabes.

El chaval se queda callado, como esperando una explicación. No sabe cómo seguir; no estaba preparado para eso.

Pope apoya un brazo sobre la barra, se inclina para acercar su cara a la del chico y le guiña un ojo.

—No hagas caso de todo lo que te dicen, chico. Me apuesto este bar a que Han está vivito y coleando. Seguro que ahora mismo está surcando el cielo de algún planeta a toda leche, con la música a tope.

Pero... ¿sabe dónde está?

Pope vuelve a su habitual postura rígida detrás de la barra. Coge un vaso y empieza a sacarle brillo con un trapo impoluto, interponiéndolo entre el chavalín y él.

—Tal vez. Pero no tengo por qué decírselo al primero que pase. ¿Por qué lo buscas?

—Necesito... Necesito que me ayude con una cosa. Y, además, creo que podría interesarle. —El chico se saca un holófono del bolsillo y lo sostiene con timidez en la mano.

En ese momento, alguien reclama la atención de Pope desde el otro extremo de la barra. El camarero, que apenas ha prestado atención al holófono, deja el vaso en el fregadero y se dirige por última vez al chaval mientras se va encaminando hacia el cliente.

—Lo siento, chico, no sé dónde está Han y tengo mucho trabajo. Pregunta por ahí.

El chico, al ver cómo se aleja el camarero, decide jugar su última carta.

—¡¡Es un mapa de Tenebrae!!

Pope se detiene en seco.

Tras un momento de inmovilidad, se gira y le dedica al chaval la mirada más inquisitiva que este haya visto en su vida. El cliente insiste, pero Pope le corta abruptamente levantando un dedo en su dirección para indicarle que aguarde un segundo.

—Chaval... ¿Cómo te llamas?

—Jonás, señor.

—Jonás, cierro la cantina en una hora. Espérame fuera.

Tras esto, Pope se vuelve a girar y se dirige de nuevo hacia su cliente. Jonás se guarda el holófono en el bolsillo y sale corriendo de la cantina.

Al cabo de una hora y cuarto, con la cantina ya cerrada, Dane Pope sale por la puerta de servicio, en ropa de calle, y se encuentra a Jonás esperándolo, sentado al lado de la oficina de Inter Astra.

—A ver, enséñame eso tan interesante que tienes.

Sin más prolegómenos, Jonás coloca el holófono en el suelo y lo activa con un botoncito. Entre el chico y el viejo camarero se despliega un firmamento de puntitos brillantes, algunos conectados mediante líneas, y todos rotando suavemente, en horizontal, en torno a una cuadrícula numerada. Pope no sabe muy bien a dónde mirar.

—¿Esto es Tenebrae...?

—Una región de Tenebrae —el chico señala con el dedo las coordenadas con las que está numerada la cuadrícula—. Mire esto:

A continuación, Jonás introduce la mano en el mar de estrellas y, con un gesto, amplía uno de los puntitos hasta que se hace visible un mapa de sistema, en formato planetario. Se distinguen varios planetas rocosos y varios gigantes gaseosos, algunos de ellos anillados y con múltiples lunas.

Pope va paseando la mirada de un astro a otro hasta que se le queda clavada en un punto en concreto. Como a cámara lenta, los ojos se le abren de par en par y la boca se le congela a medio abrir, como si acabara ver un fantasma.

—¿¡De dónde has sacado esto!? ¿¡Por eso buscas a Tannhauser!?

—De una base de datos encriptada de Oden Geiger, un ingeniero de Candiaei. Hacía tiempo que sospechaba que...

—Alto, alto, frena, chaval. ¿Datos encriptados de un ingeniero? ¿Y me lo cuentas así, sin más?

El pobre Jonás se queda mudo de repente. Puede que la inexperiencia le haya jugado una mala pasada. Al cabo de un momento, lanza un suspiro y deja caer los hombros.

—Mire, llevo toda la vida oyendo hablar de ese tal Tannhauser por todo el sistema. Si alguien puede ayudarme, es él. ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?

—Se fue... de viaje. Una especie de viaje, creo que dijo. Un día se puso a avituallar su nave para una temporada larga. Yo mismo le hice varios pedidos de provisiones. Después se largó, sin más, como siempre. Pero de eso hace tres años.

—¿Sabe a dónde se fue?

El viejo camarero gira la cabeza lentamente para mirar de soslayo al mapa holográfico. Las palabras se le escurren entre los labios como si no quisieran salir:

—A Tenebrae.


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