Bitácora de la comandante 04
09 Jan 2018Snowsturm
Sector: Inner Orion SpurCuadrante: 60 : -77 : 30
Sistema: Kikua
Localización: Supercrucero
Hora: 0:35:29 del 09 Ene 3304.
Cambio.
Alcé mi vista sobre mi hombro para observar al mayor Frost en la silla de copiloto, calibrando las herramientas de los caza y preparándose para el combate. Sin importar su increíblemente bajo rango como ‘inofensivo’ bajo los estándares de la Federación de pilotos, era un natural en los controles y… bueno, su apellido iba perfectamente con la temática de la nave. Temo admitir que fue lo primero que captó mi atención. La comandante Snowsturm y el mayor Frost. Bien, bien… De cualquier forma, no puedo decir que haya seleccionado a la ligera. Recientemente, he diseñado una serie de ejercicios que examinan los reflejos y el carácter de una persona, y qué tan lista está para hacer lo impensable sin cuestionarme. La subteniente Kirk tenía una capacidad adecuada de seguir órdenes pero no era una natural para seguirlas sin preguntar… No volveré a cometer el mismo error que cometí con Caterina. No necesitaba amigos, necesitaba subordinados. Necesitaba a alguien a quién presionar sin que pudiese quejarse.
Cada vez que aterrizaba en alguna estación o me acoplaba en alguna ciudad, lo primero que hacía era desmontarme de la nave e ir a dar un vistazo a la sala de tripulación, sin molestarme en removerme el maquillaje de guerra ni sin anunciarme previamente. Me encantaba tomar a mis candidatos imprevistos y ver cómo reaccionaban. Entre lanzar preguntas terriblemente difíciles como 'cuál es el precio de una vida para usted' o 'por cuánto me vendería a los federales,' podía deshacerme de los débiles y simplones. De todos los candidatos, el mayor Frost fue el único que se mantuvo imperturbable durante toda la charla; hágase notar que jamás le informé el propósito de mi visita y simplemente decidí entablar una conversación con él, que fue más o menos así.
—Damas y caballeros, soy del comité local de protección a la ciudadanía de Sowiio y me han enviado a informarles que hay una amenaza de una bomba en esta sección de la ciudad. —pronuncié en el tono más grave y tenso que pude dar. Aterrados, huyeron despavoridos naturalmente. De los potenciales reclutas quedó sólo uno en la sala, que no podía ser inmutado más allá de la molestia de tener que colocarse los calcetines de nuevo. 'Hay esperanza,' pensé y tomé asiento en el sofá a su lado, fijándome qué veía en la holovisión.
—¿No hay amenaza, verdad? —murmuró, haciéndome un gesto para que le alcanzase una cerveza. Alcancé dos.
—¿Tan obvio era? Siempre me comentan de lo valerosos que son los aspirantes a tripulantes y no puedo evitar pensar que dejan mucho qué desear.
—Son buenos tras un timón, y muchos de ellos tienen calibre y callos, pero no tienen carácter.
Nos sentamos un rato, observando a una reportera hablar de un terrible accidente en el sistema local, con una nave Imperial Cutter hace una semana, que reportó una fatalidad. Cerré los ojos intentando no recordar los días en detención, y negué para mí misma con la cabeza, quedándome en silencio. Sobre eso, bueno. Al escuchar sobre mi horrible accidente a mano de sus propias fuerzas, la misma senadora Torval, o alguien que hablaba por ella, prometió enmendarlo durante mi estadía en prisión.
En una llamada con un representante imperial mientras que estaba en ese centro de detención, esa persona corroboró mi ubicación y confirmó mi información personal. Sin darme más explicaciones, la comunicación se cortó. Un poco menos de dos horas más tarde, se me informó que todos los cargos contra mí habían sido levantados y podía irme, pero no antes de pasarme por el hangar debido a que un representante del gobierno imperial estaba esperándome. Cuál fue mi sorpresa al encontrarme a un escudo de Torval con una Cutter nueva tras ella. Sin darme más explicaciones, ella extendió el contrato finalizado de la nave, pagada en su totalidad, y susurró bajo—: You owe us.
A lo cual naturalmente le respondí, irritada—: I'm one of you. Duchess Snowsturm, which I’ve said, by now, a thousand times, in case you don't bloody recognize me. Either give me the damn thing with no strings, or let me rot in jail in peace. So, piss off. Anda a que te den, cachorrita. —No estaba como para sus juegos de mafia, ni estupideces similares. Si Torval quería sacarme de prisión y volverme a poner en la fuerza, me parecía perfecto, pero no iba a tomar un insulto de alguien con un rango inferior al mío. Al final, ninguna de las dos agregó nada más, y se me permitió partir sin gran revuelo, ni tener que rendir mi identidad a la oficina de la procuraduría local; tal vez con más razón: probablemente todo esto era debido al hecho que no desearían informar a la prensa que una duquesa imperial había estado detenida en su prisión luego de haber sido asaltada por las fuerzas locales durante un accidente y haber asesinado a su copiloto.
Dejando esa historia de mano, tomé un respiro profundo, cambiando de canal, sentada aún en el sofá al lado de este extraño. Al menos los reporteros no tenían mi identidad, cosa que ayudaba enormemente. Un canal de carreras intergalácticas. Eso prometía. Seguimos bebiendo en silencio.
—¿Debería llamar a la guardia imperial y reportarla por falsa alarma? —preguntó Frost, en un tono de 'si pudiese importarme menos, me asombraría.'
—Adelante, podría ser interesante. —sorbí de mi cerveza, sin agitarme.
—No creo que me paguen por ello. —concluyó y lo dejó de lado—. Mayor Frost, un placer. —masculló sin voltearme a ver, extendiéndome su diestra sin el mayor esfuerzo.
—Comandante Snowsturm. —decidí darle la oportunidad—. Un gusto. —Con mi zurda, le di el estrechón de mano más extraño y perezoso que hubiese tenido en años.
—¿Comandante? ¿Qué nave vuela? —preguntó él con algo más de interés, pero menos que el que le tenía al holovisión—. Es la segunda vez que Charles Putt califica para los cuartos de final, pero jamás logra pasar de ahí. Volé con él en el '17 y desde entonces he seguido su carrera profesional, pero es una ilusión fallida, digo yo.
—Vuelo una que tiene máquina de hacer hot-dogs en el compartimiento cercano al motor de distorsión. Saben algo extraño luego de entrar al hiperespacio; flácidos diría yo. —me alcé de hombros, intencionalmente evadiendo la pregunta antes de tomar otro sorbo de la cerveza—. ¿Y usted, Frost, qué maneja?
—Tengo una Eagle en la que trabajo en mi tiempo libre. No vuela desde el '27 pero tengo algo de cariño por el cacharro. Ya volaré de nuevo con él. —También era mecánico. Sonaba bastante adecuado.
—Si es una Eagle imperial, puede que tenga a alguien que sepa una cosa o dos sobre naves imperiales. ¿Le apetece ir a verle? —Me levanté, cerveza aún en mano, y agarré otra para el camino. Cerveza fría y gratis es la mejor clase de cerveza.
—Venga, por qué no. No ha hecho hoy nadie una cita para reclutar tripulación, y luego de tu pequeña hazaña no creo que venga nadie hoy nadie tampoco, así que da bastante igual. —Se puso de pie y estiró. Descubrí que Frost era un hombre de torso amplio, ojos marrones, con barbas y pelos cobrizos, cortos pero no del todo bien cortados, y de buen talante. Me daba muy buena espina.
Ascendimos al hangar y nos desplazamos por los caminadores automáticos internos hasta la plataforma de aterrizaje número 12. Al abrirse la puerta, Silver Memory se mostró en todo su esplendor frente a nosotros, recién terminada de rearmar y pintar, con sus anclajes desplegados. Con un silbido de admiración, Frost llevó sus puños a sus caderas y alzó su rostro para contemplarla.
—Pero qué guapura. Vaya ejemplar que es. El modelo nuevo, encima. Juuuuu, con lo que gano no creo que, ni con la mayor suerte, pueda ni alcanzar a barrer una de estas en el futuro. Verla de cerca ya es un privilegio así que gracias, comandante. Siempre es un todo un espectáculo ver semejante nave en persona. —Asintió más para sí mismo mientras que iba deambulando y observándola por debajo.
La nave medía unos asombrosos 192.6 metros de largo, 111.1 metros de ala-a-ala, y 33.4 metros de alto, sin contar alerones, pesando sin módulos adicionales ni carga un total de 1.100 toneladas. Podía llegar a cargar un máximo de 794 toneladas en su interior y alcanzaba la velocidad de 372 metros por segundo salida de fábrica, sin contar ninguna de las modificaciones adicionales que le había yo hecho. Era todo un ejemplar monstruoso. Los técnicos aún estaban finalizando los ajustes finales de los anclajes, por lo cual Frost pudo deleitarse aún más al poder contemplar el enorme anclaje tipo cuatro justo sobre su cabeza: una gigantesca ametralladora con cañones mucho más grandes que el cuerpo de un ser humano. La emoción en sus ojos fue lo que me convenció. Tenía pasión por volar y sabía que en sus manos, sin importar cuán faltas de callos, Silver Memory y yo estaríamos seguras.
—¿Y bien, le apetece verla por dentro?
Si alguien hubiese dejado caer una aguja en la plataforma, podríamos haberla escuchado.
—¿A qué se refiere? —preguntó, comenzando a sumar dos más dos.
—Comandante Snowsturm, —le extendí la mano de nuevo— duquesa imperial y escudo de Torval, dueña de la Imperial Cutter Silver Memory. Felicitaciones, mayor. —Sonreí observando al pobre hombre, a quien parecía que le habían arrebatado el tapete bajo sus pies.
—Eso significa que usted… su… esta nave… yo… ¿yo? ¡Pero si sólo soy un rango 'inofensivo'! ¡Un Donnadie! ¡Hay montones de pilotos con más estrellas en sus hombros que yo! —clamó sincero y estupefacto.
—Poder de fuego tengo más que suficiente. —Apunté con mi pulgar detrás de mí a la enorme metralleta de cuatro cañones—. Necesito a alguien que sepa tomar la decisión correcta en el momento correcto sin perder la calma, y a quien pueda soportar por días a bordo si es necesario. Si no le interesa la invitación puede… —comencé a decir mientras que retraía mi mano, a lo cuál él saltó y la apretó con ambas suyas desesperadamente, como un hombre sediento y moribundo que encuentra su oasis.
—¡Mayor Frost listo para su servicio! ¡Será todo un honor, todo un placer, todo un honor… digo… sí, trabajar con… para usted, comandante! —rugió escandalizado y enérgico.
Sonreí divertida. —Vaya por sus cosas, lo espero a bordo, zarpamos en dos horas. Estamos a la espera de un último grupo de prisioneros políticos para volver a central. —declaré, poniendo su resolución a prueba por última vez.
—¡Sí, señor… señora! ¡Iré por mis efectos personales y a despedirme de mi madre antes de zarpar! ¡Necesito contarle las buenas nuevas! —Se mostró inquieto ante mis ojos. No tenía problema que concluyera sus asuntos personales antes de partir; de hecho lo prefería—. Estaré de vuelta a bordo del… —pausó un momento, observando la enorme figura de la nave por un instante— ¿cómo dijo que se llamaba esta preciosura de nuevo? —Me agrada, me agrada.
—Silver Memory. Voy a estarlo esperando. Tome cuanto le sea necesario, no tenemos apuro. Prefiero que deje sus asuntos locales finalizados antes de tomar rumbo. Sabe dónde encontrarme. Y, sobre su paga, comenzaremos con la taza regular para alguien de su rango. A medida que vaya progresando, también lo hará su porcentaje.
El mayor Frost salió despedido como alma en pena, como si tuviese miedo de que alguien más fuese a quitarle su puesto. Sonreí viéndolo partir cruzada de brazos, contenta de tener a alguien a bordo legítimamente interesado en Silver Memory y en el negocio.
Bueno, ya. Me desvié bastante de los hechos de hoy, un par de veces para ser exacta. Como decía, de vuelta al ahora. Volando, espacio, mirando al mayor a bordo de Silver Memory. Yupi. Hoy, nuestra misión, era darle una mano de nuevo al comandante HakaBlack con un trabajo algo más desafiante de lo normal para él. Sentados frente al tablero de trabajos, lo animé a tomar un par de misiones de cacería de piratas, asegurándole que cubriría sus seis. Armado para iniciar una interdicción, se adelantó frente a mí, en búsqueda del villano.
—Comandante, nave se acerca a sus ocho en punto, ascendiendo. Tenga cuidado. —le advertí a través del comunicador de voz.
—Ah… permítame un momento. —balbuceó, intentando acostumbrarse a los controladores para rotar en búsqueda de objetivos—. ¡Es él, es él!
Su objetivo, un John Troiani montado en una nave de combate, la popular Fer-de-Lance, estaba justo a tiempo, tal como la inteligencia había dicho; sin embargo, para nuestra mutua sorpresa, fue Troiani quien inició interdicción a nuestro inexperimentado comandante.
—Mayday, mayday, estoy siendo interdictado. Por favor. —acudió, con urgencia en su voz.
—Sométase. Baje la velocidad, comandante, por el bien de su nave, y confíe en mí. Asegúrese de acelerar una vez caiga de supercrucero para ganar espacio entre ustedes. —le instruí con cuidado y claridad.
El comandante siguió presto las direcciones y ambas señales desaparecieron en el radar para ser reemplazadas con una estela que me señalaba su salida.
—¡Estoy bajo fuego, iniciando maniobras evasivas! —exclamó el comandante desde su pequeña nave, una Adder, un modelo barato y común entre aquellos que realizan pequeños viajes comerciales un par de veces al año de estación a estación. De no llegar a tiempo le harían papilla espacial.
Con un poderoso estallido, caímos de supercrucero y el mayor Frost estaba listo para desplegarse.
—Knock, knock, motherf… —apunté fijo a la Fer-de-Lance—. Mayor, fuego a discreción.
—Entendido, comandante. Armas listas.
En una elegante elipsis, el comandante se alzó en una curva cerrada, deslizándose por el punto ciego de la Fer-de-Lance evadiendo todos sus tiros, ganando más tiempo mientras que la preparábamos para mi asalto. Para tener tan poco tiempo tras el timón, Frost se movía bastante bien. Lo poco que le había enseñado había pelechado con una fuerza increíble, incluso en una nave tan sencilla como es un caza.
Una poderosa descarga de fuego de las tres naves tomó muy de sorpresa al pirata, royendo sus escudos en sólo unos segundos, por lo que intentó prepararse para saltar. Celeste, mi COVAS, la inteligencia artificial a bordo, advirtió que intentaba iniciar su motor de distorsión.
—Not on my watch. —le dije por el canal directo, acercándome lo suficiente como para generar un bloqueo de masa con el enorme tonelaje de mi nave, que impedía que su motor de distorsión crease el efecto de disrupción espacio-tiempo necesario para llevarlo a velocidad de supercrucero. Atrapado, no tuvo ni tiempo de poder rogar por su vida. El comandante, el mayor, y yo nos encargamos de no dárselo.
—Muere. —me escuché decir crudamente por el canal abierto, propinando los tiros finales sin misericordia y fulminando hasta el último rastro de él. Una extraña y oscura sensación de satisfacción envolvió mi cuerpo y se deslizó por mis brazos hasta la punta de mis dedos sobre el gatillo. El poder de decidir sobre una vida.
—Vuelva a bordo, mayor. Procedimiento de acoplamiento iniciado.
—Afirmativo.
Contento con el botín, el comandante Hakablack siguió al frente en la cacería de criminales y exterminación de pestes locales y así continuamos por el resto del día. Luego de la muerte de Caterina, en el fondo de mí, ese día en el momento que apreté el gatillo por última vez, descubrí algo sombrío. En mi interior había una gran oscuridad, que comenzaba escurrirse, emergiendo muy lentamente…
Fin de la transmisión.