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Bitácora de la comandante 06

07 Mar 2018Snowsturm
Sector: Inner Orion Spur
Cuadrante: -30 : 20 : -130
Sistema: Benapus, estación Phillips Hub
Hora: 06:05:18 del 07 Mar 3304.
Cambio.




             En la última bitácora olvidé mencionar algo particularmente importante. Ahora pertenezco a una facción menor, cosa que también me resulta ligeramente asombrosa a mí. Soy parte de uno de los múltiples partidos políticos que se disputan control local en cada sistema. Para aquellos que no están muy al tanto de lo que es política galáctica, cada sistema es disputado por un promedio de 6 a 8 facciones, las cuales promulgan diferentes ideales sobre morales, religión, ley, economía y, por sobre todo, gobierno, desde anarquía hasta dictadura. Una vez que una facción logra acaparar un porcentaje substancial de influencia local, es que puede codearse su camino hasta la cima de control en ese sistema, ya sea por medios democráticos o bélicos. Ahora, una vez que gocen de un renombre superior a todas las otras facciones en ese mismo sistema galáctico, cuentan con la opción de rebasar esa influencia y expandirse a otro sistema. En sí, es muy similar al funcionamiento básico de los partidos políticos a nivel planetario en un micro-contexto, y de las colosales potencias galácticas, como lo es la de la senadora Torval, en un macro-contexto.

             Creo que necesito empezar desde el principio con todo esto. Luego de la acreditación por mi apoyo al movimiento político de la senadora en ciclos pasados, por parte de los Escudos de Torval, caí en cuenta de que aunque tuviese su aprobación, no contaba con su apoyo directo. Me había ya hallado en situaciones bastante engorrosas de las cuales pudiese haberme zafado con mayor facilidad de haber contado con alguien a quien pudiese cobrarle un favor o exprimirle para que fuese al frente. Así que, ¡decidí buscar compañeros!

             La mayor cantidad de facciones fuertes que controlaban una cantidad agradable de sistemas apoyaban a los pútridos federales. Esas estaban fuera de mi lista por razones bastante obvias. Fruncí el ceño, examinando listados en línea en mi dispositivo portátil, proyectando la pantalla holográfica sobre mi rostro mientras que reposaba tumbada con mis piernas en el alto del espaldar de un diván en mi pequeña habitación de hotel. Muchas otras eran idealistas. Paz, amor, cariño, anti-esclavismo, pro-Thargoide. Utopistas como Pranav Antal y toda su banda de pacifistas podían urgirse en las profundidades del agujero negro de Sagitario. Sus ideologías eran un cáncer para el progreso de la humanidad. A menos de que pudiesen demostrar un modelo satisfactorio de la utopía que tomase en cuenta la maldad natural del hombre, era todo meros sueños rosas. De ahí me topé en uno de los tantos foros de reclutamiento con una facción con un nombre un poco ostentoso: Corsarios de Heimdal.

             “Nada qué perder,” pensé frustrada. La información para ponerse en contacto con los dirigentes de su frente político no fue precisamente difícil de encontrar, lo cual llegó a extrañarme un poco. Me di la vuelta en la silla, reposando sobre mi estómago ahora, ojeando el tablero y las marquesinas de su facción perezosamente, divagando en pensamientos.

             —¿Qué tipo de facción deja tan al descubierto el contacto con su alto mando? —medité de brazos cruzados. Solicité una audiencia con uno de sus representantes a través de la plataforma y, para mi sorpresa, fui atendida casi de inmediato.

             Rápidamente comprendí por qué esta facción era tan asequible: en un tiempo pasado, marcialmente fuerte y formidable, mas ahora quedaban sólo unos miembros atrás para cantar las glorias de lo que había sido y mantenerlos firmes a ojos ajenos con intenciones de moverse sobre sus soberanías establecidas. Seguían siendo formidables a nivel de gobierno, jactándose de presencia en múltiples sistemas galácticos, pero no poseían el poder de fuego de antaño como para empujar más lejos. Tuve la fortuna de ser entrevistada por el comandante David CB. Jamás pregunté qué significaban las siglas en su nombre, ya que no era de mi incumbencia, y probablemente sea ya muy incómodamente tarde para hacerlo. El comandante David y yo tuvimos una charla bastante amena, holo-compartiendo unos tragos y charlando sobre historia: me relató sobre legendarias cruzadas, aventuras casi idealizadas, y de unos cuantos relatos personales. A través de los días, aunque jamás decidí unirme a su facción debido a su sincera recomendación contra ello a raíz de su poca actividad para comandantes, nos volvimos muy buenos amigos y volamos juntos en varias escapadas, incluso ambos a bordo de Silver Memory.





             Tengo una agradable sospecha de que el comandante David CB y yo seguiremos viéndonos las caras en muchas más misiones por venir. El volar con él me crea una sensación de tranquilidad, similar a la paz que se disfruta tomando el brillo de una estrella en horas de reposo y no hay exigencias de parte de ninguno de los dos. Más allá de todo esto, sin importar el apego que David le tenía a su facción, Corsarios de Heimdall, tal como lo demostraba por su esmero diario en personalmente supervisar todos los sistemas en los cuales tenían presencia, David supo sinceramente advertirme con sobre la situación disminuida en la que sus fuerzas se encontraban. A mis ojos, él era la voz más fuerte de Corsarios. Me ofreció de todas formas una cálida entrada, pero decidió apuntarme en dirección a otro bien conocido aliado de Corsarios: Caballeros de Sión, una facción mercenaria, democrática, y no afiliada a ninguna potencia galáctica. Aunque hubiese preferido que estuviesen del lado del Imperio, no me disgustó la posibilidad de pertenecer a una facción independiente así que bajo la recomendación de David, proseguí a revisar su página en la red virtual de Inara. De encabezado, frente a una fotografía de una agrupación de naves de guerra, estipulaban una firme definición de su misión, la cual resumía en términos claros quiénes eran como facción.



             “Caballeros del Sillón,” pensé entretenida haciendo una mueca, desparramada en mi silla. “¡Qué nombres más refinados.” Me rasqué el mentón. “¿Por qué no?” Les envié una solicitud con datos básicos sobre mí, nada demasiado llamativo, y decidí investigarlos un poco más. Para mi sorpresa, en el foro de Frontier Developments, el foro público más conocido para comandantes espaciales, encontré una sorpresa. El foro de Frontier contenía todo tipo de herramientas, investigaciones y noticias de eventos a nivel galáctico. En la sección de bitácoras de comandantes, tuve la suerte de encontrarme con los escritos personales de su mismísimo líder de escuadrón, el almirante Arikm Taylor, quien narraba con lujo de detalles sobre su más reciente enfrentamiento contra una facción federal quienes ostentaban una poderosa nave capital de su lado. Observando las imágenes capturadas en su encuentro, casi se me hacía la boca agua de las ansias de volar con alguien a mis 3, al asalto de una potente nave de ese tamaño. Era una hazaña a la cual no me atrevería sola jamás; era lo mismo que cometer suicidio.

             Cuál sería mi asombro cuando el mismo almirante, Taylor, se pone en contacto conmigo para una breve entrevista. Esta misma terminó siendo más una charla amistosa que cualquier otra cosa. Parece que, según lo que encontraron sobre mí, habían ya tomado una decisión sobre mi aplicación. Aunque llevaba todos los colores y botones a su cargo, Taylor hablaba como uno más de la tripulación, tal como le hablaría a un maquinista o a un cocinero dentro de una meganave, tomándolos por sorpresa con su actitud casual. No obstante, me fue imposible no notar que sus palabras afables llevaban un tono de seguridad que muy seguramente hacía que todos a su alrededor lo observaran como guía: un factor que ciertamente le daba fuerza a Caballeros de Sión como facción. “Por qué no,” acepté la proposición, al final.

             Decidí relocalizarme aquí, a su centro de operaciones, en el sistema Benapus, en la estación Phillips Hub, una estación enfocada en la industria agricultora, tipo Orbis, o sea una terminal construida en forma de cilindro rotatorio de casi 6 kilómetros de largo y anillado con unos enormes aros de 4 kilómetros de diámetro con praderas y planicies. En otras estaciones, los anillos llegan a variar en cantidad y tamaños de 2 y 4 kilómetros. El modelo Orbis es más barato de construir que el Coriolis, y ciertamente un poco más pequeño, con propiedades a veces un poco más costosas debido a tener un espacio ligeramente más limitado. Renté una pequeña propiedad a bordo, y en la última semana he llegado a descubrir que tengo más facilidad legislativa para continuar mis tareas como duquesa desde un sistema no imperial, pero menos apoyo, el cual se vio prontamente sustituido por la asistencia de los demás pilotos de Sión.



Sistema: Benapus, estación Phillips Hub
Hora: 14:25:30 del 12 Mar 3304.
Cambio.


             Pues cómo poner esto. Será más o menos rápido ya que es una historia que llega a su fin, al menos por el futuro previsto. Tengo la fortuna de poder escribir esto desde mi nuevo despacho, en Phillips Hub. No es grande, ni lujoso, pero tiene un escritorio, una terminal y una agradable calefacción. El precio por tener vista es bastante más elevado y no estoy buscando algo permanente. Tiene también una habitación con dos catres, para Frost y para mí, y un baño. Con lo mucho que nos estamos moviendo, llegaría a ser desperdicio conseguir algo más grande. Creo que mi departamento completo llegaría a caber unas 12 veces (como mínimo) dentro de mi nave, que tiene 8 pisos en total. Una barbaridad. La única razón de conseguir el departamento es el poder experimentar cómodamente de cuándo en cuándo una gravedad de al menos 1 unidad de gravedad terrestre. Con los años, el estar la mayoría del tiempo afuera, en el espacio, llega a debilitar los huesos y crear osteoporosis, así que todo piloto debe llevar una dieta especial e intentar alternar tiempo bajo la influencia de un poco mayor gravedad que la que crean las naves. Mientras más grande la nave, mejor, así que por fortuna nuestra situación es relativamente buena. Y bueno, ¿por qué no simplemente dormir en la nave mientras que estamos atracados en la estación? Por ver unas cuatro paredes diferentes de cuando en cuando. Ya. Me desvío de la historia.

             En los últimos meses, he ido descubriendo con gusto cómo el comandante Hakablack se aplicaba al arte del vuelo espacial, rápidamente cosechando sus facultades como piloto, comerciante, y hasta explorador. Sin tener en cuenta las recomendaciones de las grandes marquesinas en las estaciones y los tabloides de publicidad, pude disfrutar viendo cómo desechaba el cacharro de su nave Adder, por una elección mejor y muy poco común, la Dolphin, una nave de pasajeros, que armó para combate.



             Viéndose con algo más de potencia, a medida que pasaron los días, logró hacerse una pequeño y rápido capital cazando botines de peces menores en sistemas locales asaltados por piratas; así, optó por aplicarse en favor de la Federación, a pesar de mis protestas y recomendaciones en contra de ello, para ganar acceso a la Federal Dropship, una línea exclusiva de Core Dynamics diseñada para los federales.



             Tengo que admitirlo, pero las naves federales, aunque no son tan agradables a la vista como las imperiales, son igualmente efectivas pero necesitan configurarse algo diferente para alcanzar un rendimiento respetable. Así que bien. Contento con su Core Dynamics Dropship, me convidó en una tarde a cazar piratas. Eso habrá sido… hace dos días. Tomamos rumbo a un sistema local bajo el control de Caballeros de Sión, Wathiparian, que se ve constantemente agredido por oleadas de piratas y bandidos espaciales atraídos por el fuerte comercio de la zona y quienes se esconden en cinturones de asteroides. Los cinturones y anillos de cuerpos estelares menores son poco patrullados por autoridades debido a la dificultad que conllevan para acarrear señales de radar claramente. Estos lugares también traen un bono adicional para los piratas: como llegan a ser ricos en minerales preciosos, hurtan naves mineras desprotegidas, que van cargadas hasta las orejas con botines fáciles.

             Durante nuestra cacería de piratas, una nave… una… una… ni hablar. No logro recordarla. Bah. Voy a servirme un café.



             Durante la cacería, el comandante Hakablack fue tomando más impulso y sintiéndose más seguro con su forma de vuelo y empezó a tomar algo de distancia, atacando peces un poco más gordos por su cuenta. Uno de estos peces gordos, un pirata con un alto precio en su cabeza, tomó insulto muy personal con el ataque de Hakablack y, ya con armas desplegadas, comenzó a barrerlo a tiros con una furia incesante. En ese momento, yo me hallaba recogiendo chatarra espacial al borde del campo de asteroides, intentando buscar una serie de componentes algo más escasos que me hacían bastante falta, a 15 kilómetros de distancia de él.



             —¡Ayuda! ¡Mayday, mayday! ¡Necesito ayuda, escudos al 15%! —escuché por la comunicación de voz entre ambos.

             De inmediato, cerré la escotilla del recogedor de carga y, atribuyendo la máxima cantidad de energía posible a motores, zarpé con urgencia en su dirección. Mi nave era pesada y se movía como el mastodonte que aparenta ser, tomándose más tiempo que una nave de menor tamaño para alcanzar velocidad óptima.

             —Frost, ¡adelántese, fuego a discreción! —recuerdo haberle ordenado con urgencia al mayor, quien volaba el caza, una unidad Gu-97, patrullando en la cercanía. —Haka, ¡venga hacia mí, elévese en mi dirección y salga a supercrucero! —exclamé, sabiendo que jamás lograría salir a supercrucero antes alcanzarme.

             Es importante recordar, como mencioné anteriormente, que el motor de distorsión que coloca a la nave en velocidades superiores a la de la luz sólo puede realizar dicha labor si no es bloqueado por una masa mayor, tal como lo era el campo de asteroides en este caso. Hakablack tendría que alejarse al menos unos 7 u 8 kilómetros más allá del espeso del campo antes de siquiera pensar en cargar el salto a supercrucero. Otro factor desafortunado en este caso era, una vez más, el gigantesco tamaño de mi nave, la cual tenía yo que virar entre asteroides, algunos con más de un kilómetro de diámetro, para evitar estamparme contra uno de narices.

             …

             En resumen, el pirata ganó ese encuentro, reduciendo la Federal Dropship a un poco menos que chatarra espacial adicional. Afortunadamente, entre dicha chatarra, logré encontrar la cápsula de escape del comandante, y traerlo de vuelta a bordo. ¿Y del pirata? Bueno, como es de esperarse, fue otro voluntario para agregar a la chatarra espacial, luego de que lo embistiese a casi 500 kilómetros por hora con el ímpetu brutal de más de 1.100 toneladas, estampándolo contra una roca. Cualquier rastro o cápsula que quedase de él fue aplastado por ráfagas de láseres y balas entre el mayor y yo. Hakablack emergió en la bodega de carga blanco como papel ante un mayor y una comandante aliviados.

             Y bien. Por fortuna, la compañía de seguro que le recomendé al comandante contratar, porque todo buen piloto contrata un seguro para cada una de sus naves (y a veces seguro de vida), ofreció la reconstrucción de su nave por una tasa muy módica. Sin embargo, Hakablack ha decidido, al menos por el futuro inmediato y previsible, no volver a volar. La experiencia parece haberlo marcado. Supongo que no puedo culparlo. Ni modo.

Fin de la transmisión.
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