Crónicas de Marshall (5).
05 Jun 2024Topo Estepario
Oran Hill entró en su despacho bostezando. El tedio lo invadía desde hacía años enclaustrado en Joliot-Curie. Todas las mañanas la rutina era la misma: comprobar los fleet-carriers presentes en el sistema y una inspección aleatoria de naves que pretendían atracar. `Y todo respaldado por la poderosa Federación. No estaba mal, tampoco quería muchas complicaciones, pasada de largo la cincuentena solo esperaba deslizarse hacia la muerte de forma tranquila y sin sobresaltos.El dinero en el sistema fluía bien, pero sin grandes riadas y todos se llevaban puntualmente su parte tanto si era legal como si no. De cuando en cuando desaparecía un intermediario demasiado avaricioso y su puesto era ocupado de inmediato por algún sucesor. Pero esto no ocurría con mucha frecuencia y se llevaba con suma discreción, de tal forma que no llamaba la atención de nadie y así, todos podían seguir con sus vidas sin tener que dar muchas explicaciones. La rueda continuaba y todos estaban suficientemente contentos.
Por eso se le calló el café al suelo cuando vio el informe de tráfico de aquella mañana.
Aquel sistema pese a tener una gran población no despertaba mucho interés, así que rara vez había fleet-carriers salvo alguno de paso, que pagaba sin mucha oposición la tarifa habitual de soborno funcionarial para que la tediosa burocracia galáctica no retrasara su partida.
–¿Qué pasa, Oran?
Ramila, su secretaria, había acudido al ruido de la taza al caer y se había alarmado al ver el rictus de Oran, petrificado, leyendo el informe.
–Que se ha acabado la tranquilidad en Jera, Ramila.
Oran le extendió la tablet y le señaló el nombre del fleet-carrier en el apartado Nuevo Tráfico
–¡Joder, el Cornelius! Tiene que informar inmediatamente, señor.
Oran lo sabía. Había albergado la esperanza de acabar su carrera tranquilamente y casi lo había conseguido.
–¡Maldita sea!