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Crónicas de las Guerras del Comando Élite Hispano

24 Aug 2024QUATUM RICK
Crónicas de las Guerras del Comando Élite Hispano

Junio, 3309
Agarda, Capital del Comando Élite Hispano
Meganave "La Piragua de Koki", en órbita del planeta Agarda 3

La gigantesca nave capital, "La Piragua de Koki", flotaba en la órbita del planeta Agarda 3, una fortaleza colosal de acero y tritio con una historia forjada en incontables batallas. En su puente de mando, el comandante Rick observaba la inmensidad del espacio a través del enorme ventanal blindado, meditando sobre los tiempos pasados cuando la guerra era su vida y su pasión.

—Comandante Rick, el vicepresidente Clint Carter está aquí —anunció la voz firme de la oficial de comunicaciones, la señora Magaly.

—Hágalo pasar, por favor, señora Magaly —respondió Rick, sin apartar la vista del vasto vacío estelar.

El vicepresidente Clint Carter entró al puente con una expresión severa, el peso de las decisiones políticas marcando cada arruga de su rostro.

—Lo extrañas, ¿verdad? —dijo Clint con su voz áspera de viejo burócrata—. El calor del combate, los gritos frenéticos en la radio, la intensidad de la batalla.

Rick soltó una leve carcajada, amarga.

—Te equivocas, Clint. Lo que extraño es volar. Pero en estos tiempos, ese es uno de los placeres que la vida me ha quitado. —Hizo una pausa, invitando a Clint a sentarse—. Y si has venido a preguntarme por Ángela... Hace meses que murió en la revuelta de los marlinistas. Estaba apoyando al joven emperador. Creía en un cambio para el Imperio.

Clint negó con la cabeza.

—No, Rick. No he venido a preguntarte por "Ángel de Fuego". Los tiempos han cambiado, y son otros temas los que me obligan a visitarte. La guerra contra los Thargoides está llevando a lo mejor de todos.

Rick entrecerró los ojos, sus recuerdos regresando a batallas contra los alienígenas.

—Pero, Clint, fue la humanidad quien atacó primero. ¿Qué esperábamos? —respondió Rick, su voz baja pero llena de intensidad—. ¿Supremacía?

—La humanidad esperaba supremacía —admitió Clint, su voz llena de cansancio—. Pero ahora, nos están superando. Y no solo ellos, Rick. Los rebeldes del sistema Samkyha están atacando nuestras naves. Tenemos que detenerlos antes de que sea demasiado tarde, pero la mayoría de las naves del CEH están en la guerra apoyando a la Federación.

Rick lo miró con dureza.

—Dejémonos de estupideces, Clint, y dime, ¿a qué has venido?

Clint respiró hondo, con su mirada fija en Rick.

—Los rebeldes de Samkyha nos aventajan, Rick. No tenemos hombres suficientes para defender ese sistema y nuestras operaciones. Hace tres días, perdimos al Escuadrón 609. Te necesitamos, Rick. Localiza a los rebeldes y destrúyelos.

Rick se reclinó en su asiento, sus ojos buscando alguna respuesta en el vacío del espacio.

—Primero me sacan del frente de batalla contra los Thargoides —dijo, con voz contenida—. Sabes muy bien que me opongo a luchar contra criaturas inteligentes de otra especie. Luego me relegan aquí, en Agarda, usándome como propaganda para reclutar cadetes. Evidentemente, solo soy un instrumento más de la Federación.

Clint se inclinó hacia adelante, tratando de captar la atención del comandante.

—Hemos activado los permisos para "La Piragua de Koki". Te vamos a suministrar todo el tritio que necesites.

Rick soltó una carcajada amarga.

—Este carrier, Vicepresidente, y todos sus hombres han evitado que los Thargoides estuvieran volando alrededor de Agarda —espetó Rick con enojo—. ¿Acaso no te das cuenta, Clint, de que Agarda está en peligro de nuevo?

Clint frunció el ceño, consciente de que el comandante tenía razón.

—Son ustedes los que la han puesto en peligro —continuó Rick, con una dureza que perforaba el aire—. Todo por llenarse los bolsillos de créditos, invadiendo otros sistemas. Disculpa, señor vicepresidente, pero ya le he dado a la Federación todo lo que tenía para dar. Esta guerra pueden lucharla sin mí.

Clint se levantó lentamente, sus ojos fijos en Rick, buscando un último destello de la antigua llama guerrera.

—Se equivoca usted, almirante Sánchez —dijo finalmente, con voz baja pero firme—. No he venido aquí para continuar la guerra en Samkyha. He venido en busca de la persona capaz de terminarla.

El silencio cayó como una pesada cortina en el puente de mando. Rick miró fijamente al vicepresidente, el peso de la decisión que se avecinaba cayendo sobre sus hombros.

—Muy bien, Clint —dijo Rick finalmente, su voz endurecida por la resolución—. Pero esta vez, lo haremos a mi manera. Y que la galaxia nos perdone.
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