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EL DIOS DE LA PAINITA

25 Aug 2024QUATUM RICK
EL DIOS DE LA PAINITA

Capítulo 1: La Propuesta Inusual

Era temprano en la mañana y la estación Rush Enterprise comenzaba a cobrar vida. Katyusha, con su acostumbrada energía matutina, salió apresurada de su pequeño apartamento. Con un movimiento ágil, recogió su cabello en una coleta y se colocó su chaqueta de cuero, saliendo rápidamente hacia la plazoleta principal. La joven piloto no quería perder tiempo; tenía una propuesta que podría cambiar su destino y, más importante aún, el de su mentor.

En la plazoleta, a la sombra del imponente monumento en honor al explorador y al minero que fundaron la estación, se encontraba Rick. Con su aspecto habitual de guerrero veterano, estaba sentado en una banca, disfrutando de su ritual matutino: una humeante taza de Café de Any Na. Este ritual era sagrado para él, una forma de mantener la cordura en medio de la vasta inmensidad del espacio.

—¡Eh, Rick! —gritó Katyusha al verlo. Corrió hasta él, su voz entrecortada por la emoción y la urgencia.

Rick levantó la vista lentamente, un brillo de curiosidad en sus ojos cansados.

—¿Tienes lista la nave para ir a realizar minería? —preguntó Katyusha, sin aliento, pero con una determinación clara en su voz.

Rick sonrió mientras tomaba otro sorbo de su café.

—Sí, claro. Anoche la terminé de armar. Compré los módulos necesarios para minería, pero voy a llevar una Cutter Imperial —respondió, como si estuviera hablando de una simple salida a dar un paseo.

Katyusha lo miró con incredulidad.

—¿Qué? ¿Estás loco? ¡Por el amor a las estrellas, Rick, vamos a realizar minería, no a la guerra! —exclamó, claramente frustrada.

Rick dejó escapar una carcajada, esa risa profunda y llena de años de experiencia y desafíos.

—Sabes que soy un hombre viejo, terco, y no puedes sacar al guerrero que hay en mí. Además, Myra irá conmigo, claro, si no está ebria. —Myra era la nueva piloto que Rick había contratado tras la muerte de su anterior piloto de caza, aunque tenía un problema serio con la cerveza de conga y el brandy laviano.

—Lo sé, Rick, eres un guerrero —dijo Katyusha, suavizando su tono—, pero para hacer minería de painita no necesitamos ir armados hasta los dientes. Las fuerzas del Galpol están siempre patrullando estas zonas. Si los piratas nos atacan, siempre podemos evitar la interdicción o arrojar algo de carga para que nos dejen en paz.

Rick la miró fijamente, evaluando sus palabras. A diferencia del comandante Rick, Katyusha prefería evitar el combate. Era una piloto habilidosa, conocida por manejar su Type 7 con la agilidad de una pequeña Sidewinder, algo que muchos consideraban un talento innato. No era valiente ni temeraria, pero compensaba con astucia y una sorprendente agilidad.

—Está bien, comandante Quatum, pongamos rumbo al sistema HYADES SECTOR DB-X D1-112 —replicó Rick finalmente, cediendo ante la insistencia de su joven compañera.

Capítulo 2: Rumbo a lo Desconocido

La Cutter Imperial de Rick, llamada La Venganza de Koki, era un espectáculo para la vista. Adquirida de manos de un patricio imperial agradecido después de que Rick lo rescatara de unos piratas, la nave no era una máquina de guerra pura, pero estaba bien armada y equipada para cualquier eventualidad. El viaje hacia el sistema HYADES SECTOR DB-X D1-112 fue tranquilo. Realizaron los saltos hiperespaciales con precisión, recolectando combustible en estrellas de clase adecuada y alineando la nave para el siguiente salto, una rutina familiar para cualquier piloto en la vasta galaxia.

Tras varias horas, llegaron al mundo acuático con anillos metálicos en el sistema HYADES. Las dos naves salieron de su salto en espacio normal, primero la Type 7 de Katyusha y luego la Cutter de Rick.

—Ya ves, Rick, nada de qué preocuparse. Aquí no hay piratas. Pongamos rumbo a esas rocas; esa painita no se va a extraer sola —dijo Katyusha, con una sonrisa satisfecha en su rostro. Sin embargo, su comunicación se cortó repentinamente.

De la nada, una formación de una Fer-de-Lance y dos Viper MkIII emergieron del lado oscuro de los anillos.

—¿Qué llevas en la bodega? —replicó una voz masculina a través del canal abierto. Las naves piratas se acercaron rápidamente a la Type 7 de Katyusha, que comenzó a poner los motores impulsores en reversa.

—¿Qué diablos quieren, piratas? —respondió Katyusha con tono desafiante, pero nervioso.

De repente, sin previo aviso, una de las Viper explotó en un destello de luz. La otra fue rápidamente atacada por la Cutter Imperial, que había estado en navegación silenciosa, camuflada con la pintura Pulse Red que la hacía prácticamente invisible en el espacio.

—¡Rick! ¿Qué estás haciendo? —gritó Katyusha, su corazón acelerado.

—Haciendo lo que mejor sé hacer —respondió Rick con calma. La Fer-de-Lance intentó escapar, pero el caza Taipan de Rick emergió del hangar de la Cutter y la persiguió, abriendo fuego de manera precisa. Unos segundos después, la nave pirata se desintegró en una nube de restos.

Capítulo 3: El Guerrero Interior

Katyusha respiró aliviada al ver que los piratas habían sido neutralizados, pero su corazón aún latía con fuerza.

—Rick, te dije que no queríamos problemas… —comenzó, pero fue interrumpida.

—Oh, mi niña, sé que querías que hiciera algo diferente, pero no puedes sacar al guerrero que hay en mí —dijo Rick, con una sonrisa melancólica—. He luchado contra piratas desde antes de que nacieras, y no cederé ante las pretensiones de los malvados. Además, tarde o temprano esos villanos atacarían a otros mineros inocentes.

Katyusha suspiró, resignada.

—Está bien, Rick. Hiciste lo que mejor sabes hacer. Ahora vamos por esa painita —dijo, con un toque de admiración en su voz.

Pasaron las siguientes horas minando los asteroides ricos en painita. Los drones de recolección hicieron su trabajo de manera eficiente, llenando las bodegas de ambas naves con el valioso mineral. Finalmente, después de tres horas de trabajo, decidieron que era hora de regresar.

Capítulo 4: Un Beneficio Inesperado

Ocho saltos después, llegaron a la estación Yu Enterprise en el sistema SARUGH. La transacción fue rápida y fluida. Para sorpresa de Rick, la venta de painita le dejó una ganancia neta de 400 millones de créditos. Miró a Katyusha, sorprendido pero complacido.

—¿Ves, Rick? Con esa cantidad de dinero, puedes comprar todo el Café de Any Na que quieras —comentó Katyusha, sonriendo.

Rick soltó una carcajada profunda.

—Me alegra saber que el Dios de la Painita nos haya sonreído en esta ocasión —dijo el viejo comandante, mirando con gratitud a su joven aprendiz.

Por primera vez en mucho tiempo, Rick sintió una paz interior. Quizás había más en la vida que solo la batalla; tal vez había un futuro en el que podría encontrar una nueva forma de vivir, de explorar, de ser. Pero, por ahora, estaba contento de haber seguido a Katyusha en esta inusual pero fructífera aventura.

FIN
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